El poder de la corrupción

Las corruptelas políticas ya no son noticias, ni siquiera manchan el honor del delincuente...

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La corrupción tiene muchos rostros; a pesar de los disfraces, siempre es reconocida. Ella es omnipresente y omnipotente, no existe país alguno que en menor o mayor medida esté exento de este mal. De Europa, el país más corrupto es Italia, así que nos queda el consuelo de no ser el único país que practica este deporte nacional. El contexto social, económico y cultural se presta para su endemia: prácticas antidemocráticas, exuberante desigualdad social, modificación de valores individuales y colectivos, ausencia de conciencia comunitaria, entre otros, explican su auge en todos los estratos, aunque como buenos cristianos siempre criticamos únicamente la corrupción política, la condenamos con índice de fuego, cosa no mala, pero nos olvidamos que cada quien tiene los gobernantes que se merece y por lo general la clase política es quien mejor expresa nuestras virtudes presentes o ausentes.¿Quién tendrá la osadía de erradicarla? ¿Los legisladores? No creo. 

Tampoco le apuesto a los partidos políticos practicantes de la antidemocracia. Otra corruptela. Existen partidos políticos que caen en verdadero oso político al elegir a sus candidatos por una tómbola, rifa u ordalías. Todo un verdadero folclore.

Las corruptelas políticas ya no son noticias, ni siquiera manchan el honor del delincuente. Su origen nace de la necesidad de sobrevivir y de obtener mayor poder, a través del dinero lavado o sucio. Así se pavimentan calles que mañana tendrán que volver a repararse, el beneficiario constructor aceitará la mano de la autoridad con pesos que servirán para apuntalar aspiraciones políticas. 

Lo público y lo privado viven en simbiosis de intereses. De manera que las políticas anticorrupción tienen el caso perdido de antemano. Al final se encuentra el ciudadano simple y llano, que etiqueta con su índice al corrupto en su municipio, en el gobierno y otras esferas. El conoce a los aviadores en cada una de las dependencias, pero calla en aras de la conveniencia. 

El poder de la descomposición terminará por envolverlo. ¿Y las otras formas de corrupción? Bien gracias, de ellas no escribas porque son las mías: plagiar, comprar mercancía pirata, falsear deducciones en los impuestos, recibir premios inmerecidos, pedir favores a los amigos en el  poder. Y suma el chesco al  recogedor de basura para que lleve mis tres bolsas de desechos, y la mordida al policía. Son pequeñeces ante los negocios de los mandones. 

¿Así cómo? Mejor parafraseo a Jesús. Quien esté libre de corrupción, que voltee a ver de qué tamaño son las alitas en su espaldita.

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