PRD: un viejo de 25 años
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas tiene 80 años de edad. Fue su candidatura a la Presidencia hace 27 años la que dio como resultado la fundación del PRD.
Tal vez la primera reflexión que debería de hacer el PRD en estos días tiene que ver con la selección de quién dio el discurso principal durante su fiesta de aniversario.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas tiene 80 años de edad. Fue su candidatura a la Presidencia hace 27 años la que dio como resultado la fundación del PRD. Y aunque es cierto que en las últimas semanas se especuló con la idea de que regresara a presidir el sol azteca, su rol protagónico de ayer no colabora a que pensemos en una organización que apuesta al futuro.
Veamos, por ejemplo, a sus gobernadores: Aguirre y Núñez no son unos jóvenes y vienen del priismo reciente, Cué y Malova se han puesto tantos logos como beneficie su carrera, Graco ya andaba por ahí cuando el PRD se fundó y es el único que puede presumir larga militancia de izquierda, tiene 65 años, terminará su gestión casi a los 70. Mancera se niega a militar y dudo que Kiko Vega sea el gobernador que los perredistas quieren.
Veamos a los líderes de sus corrientes o los representantes de cada estado. Entre los líderes más jóvenes está Silvano Aureoles, que celebrará el próximo año los 50.
Decía el ingeniero Cárdenas ayer que el partido está más lejos que cerca de lo que se había propuesto ser hacer 25 años. Criticó las corrientes y las tribus, dedicó media línea a la formación de nuevos cuadros e insistió en hacer política. Insinuó que un candidato de unidad —¿él?— podría ser la solución para los “vientos de fractura” que dijo percibir.
Pero creo que la posible fractura no es el mayor problema del perredismo. Su problema es que no se convirtieron en una organización atractiva para los jóvenes que han buscado otras formas de hacer política. (Morena, por cierto, tampoco puede presumir de convocar a una nueva generación de izquierda).
El problema real del perredismo es que ante la falta de recambio generacional corre el peligro de desaparecer por default. Un poco como en el triste concierto de ayer. Con tan solo unos cuantos asistentes.
Y es que los viejitos no están para bailar merengue en el Zócalo un lunes por la tarde.