Como cada año, en el Día del Ejército, el presidente en turno hizo un reconocimiento a las fuerzas armadas y despertó, como cada año, expectativas de los militares por mejorar su nivel de vida.

Si con Felipe Calderón la tropa fue la consentida con cañonazos de billetes (fuera de nómina, por cierto), con Peña Nieto parece ser igual, pues ofreció incrementarles la gratificación de fin de año. Actualmente los soldados reciben 40 días por este concepto, pero si se aumenta el número de días, el beneficio incluye a oficiales y jefes.

Mucha gente se pregunta si los militares tienen un buen nivel de vida. La respuesta es sí y no. Es afirmativo si se considera que en las fuerzas armadas se puede construir un proyecto de vida a partir de una carrera profesional o técnica en alguno de sus planteles, que tienen una gama de especialidades y oficios.
Además de un buen salario (el soldado recibe unos 11 mil pesos mensuales), se ofrece alimentación, vestuario y alojamiento.

Y en la respuesta negativa incluimos el sacrificio que representa el servicio de las armas, no sólo en términos de la disciplina y el adiestramiento constante, sino también del estar lejos de sus seres queridos al cumplir órdenes y comisiones, algunas de cierto riesgo. Por eso muchos militares al pasar a situación de retiro son unos extraños ante sus familias.

También el presidente prometió mejorar las prestaciones en salud, rubro en el que existe una demanda que por años han manifestado los militares retirados para que indistintamente puedan ser atendidos en escalones de sanidad del Ejército y la Marina.

Los demás ofrecimientos son obviedades, pues la Marina y el Ejército siempre están en continua renovación tanto de su armamento y equipo, como en capacitación y planes de estudio.

Hoy tenemos soldados y marinos preparados física e intelectualmente, comprometidos con la patria y la sociedad. El pueblo se los reconoce, como se hizo anoche en el Senado, para enaltecer a los hombres y mujeres que sirven a su país en la carrera de las armas.