Protagonismo y reforma energética

Marcelo Ebrard, decidió aprovechar el tema para presentar su “Movimiento Progresista”, para oponerse a cualquier modificación de la legislación energética.

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Si ponderamos los escasos alcances de la “Reforma Política” surgida de la exigencia coyuntural del PAN-PRD por las elecciones del 7 de Julio, que difícilmente sobrepasarán la autorización de las candidaturas independientes y de algún mecanismo de control para que los programas gubernamentales no puedan ser utilizados como propaganda de campaña y, por otra parte, las dificultades, por sus costos políticos, para la imposición del IVA para alimentos y medicinas, joya de la corona de la “Reforma Hacendaria”, no cabe duda que la “Reforma Energética” resulta la de mayor aliento.

Porque, a pesar de que en las cúpulas partidistas y gubernamentales pudiera haber disposición para profundizar el calado de las dos primeras, es de dudar que el partido que se encuentra en el gobierno pudiera aceptar reformas que le crearan animadversión irremediable, como el IVA radical, o que pudieran cancelar de manera definitiva su permanencia en el poder, como sucedería con la segunda vuelta electoral para los comicios presidenciales y de los gobiernos locales, habida cuenta del éxito electoral de la alianza PAN-PRD.

Esa puede ser la razón por la que todo mundo acepta discutir abiertamente sobre la “Reforma Energética”, aunque sean tardados en puntualizar sus propuestas, optando por lanzar barrepiés, para tomar la temperatura del clima social, a fin de relanzar su imagen.

Así, Marcelo Ebrard, a la cola de Gustavo Madero pero en sentido contrario, decidió aprovechar el tema para presentar su “Movimiento Progresista”, cuya plataforma de arranque es oponerse a cualquier modificación de la legislación energética, con el objetivo fundamental de robustecer sus posibilidades  para ocupar la Presidencia Nacional del PRD, desbrozando así el camino para obtener la candidatura presidencial. 

La disputa entre Ebrard, Zambrano y el propio AMLO, en pos del liderazgo (y la candidatura presidencial) de las izquierdas parece depender exclusivamente de cuál de ellos pueda asumir la posición más radical y dogmática para oponerse a la participación de la inversión privada, así sea minoritaria, en la industria petrolera y eléctrica. Sin embargo, la disgregación  de las izquierdas les resta viabilidad.

Entre tanto, en el PAN, tanto maderistas como calderonistas, en su contienda por la dirección del partido y sus bancadas, aunque ambas facciones ofrecen su apoyo al proyecto gubernamental, cifran por el contrario su preeminencia  en la adopción de las posturas más extremas para desregular y acabar con la participación del Estado en las industrias de la  energía. Pronto se verá si el PAN puede sacudirse del lastre que representó para su partido el régimen calderonista, que insiste en imponer sus condiciones, a pesar de haberlos desplazado de la primera a la tercera fuerza política.

Los extremos están planteados. ¿Podrá el PRI encontrar el justo medio?

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