A dos años de ejercicio gubernamental, en las próximas semanas los ayuntamientos de Yucatán deberán rendir informe de los resultados de su administración.

Los formatos serán diversos. Desde quienes deciden hacerlo en plazas públicas, pasando por los que lo realizan en la solemnidad institucional de sus sesiones de cabildo e incluso aquellos que deciden -por algo será- realizarlo casi en la clandestinidad.

Los resultados informados también serán diferentes. Y es que por más que se quiera maquillar la realidad no engaña. Hay de todo. Desde municipalidades como la de Mérida en donde -sin llegar todavía a los niveles de excelencia de años anteriores- presenta servicios públicos que han recuperado su calidad, obras públicas cotidianamente realizadas, eventos culturales y  deportivos bien calificados, etc. Ciudad que con un crecimiento poblacional e inmobiliario en auge presenta nuevos problemas, pero donde se percibe una autoridad y una ciudadanía que los enfrentan y los resuelven aceptablemente.

En contraste, existen -lamentablemente- municipios donde la actuación de su autoridad local va en el rumbo diametralmente distinto a lo que esperan y merecen los ciudadanos. Si alguna duda cabe, bastaría darse una vuelta por el vecino municipio de Kanasín que, sumido en el más completo abandono, es evidencia de una autoridad ineficiente y de la que puede presumirse corrupción. 

En el preámbulo de un nuevo proceso electoral, los ciudadanos yucatecos deberemos aquilatar estas actuaciones. Las promesas y compromisos de quienes serán próximos candidatos a munícipes en Yucatán deberán pasar por el tamiz de la calificación que nos merecen las autoridades en ejercicio emanadas del partido que los postula. Verdadero desarrollo comunitario o la dádiva gubernamental aderezada de corrupción, impunidad, opacidad. Allí estará nuestra próxima decisión electoral.