Lo público es de todos

El problema de invasión es tan grave que si usted va al parque de la Col. Francisco I. Madero o al de La Esperanza o Chuburná, difícilmente encontrará un espacio para caminar.

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El extinto Carlos Castillo Peraza, uno de los más reconocidos líderes del partido en el que milita el alcalde de Mérida, decía que alguna vez en Londres preguntó a un comerciante callejero por qué no ocupaba la acera para poner su mercancía y que aquél le contestó: “No, porque es un espacio público y los espacios públicos son de todos”. Remataba Castillo Peraza la anécdota: “En Mérida, la filosofía parece ser que el espacio público no es de nadie y cualquiera lo puede ocupar”.

El cuento viene al caso porque en los últimos días Mauricio Vila se ha enfrentado al problema de los llamados “tianguistas” y “tolderos” que se manifestaron contra un alza en el cobro de las tarifas por “derecho de piso” –la usurpación de espacios públicos para fines particulares- y por lo que llamaron “traición”  a alguna promesa de campaña que se puede deducir que sería seguirles permitiendo invadir propiedades comunes para sus negocios privados.

Este problema de invasión es de tal manera grave que, por, citar algunos casos, si usted va al parque de la Col. Francisco I. Madero o al de La Esperanza o Chuburná, difícilmente encuentre un espacio ya no digamos para la recreación sino siquiera para caminar. Están llenos de puestos y toldos azules, con gente que vende lo mismo: discos y ropa pirata básicamente -¿cómo llegan hasta ellos?-, bisutería barata, contrahechas imágenes de santos y tóxicos juguetes chinos.

Yo creo que, como se trata de la invasión de un bien público para negocios apestosos  y con tintes de mafia y corrupción, lo que debe hacer la autoridad no es cobrar para “legalizar” el atraco, sino desalojar a esas personas a quienes en mala hora se les toleró la ocupación. Suena cruel, lo admito, porque a lo mejor esos alfiles de la mafia son gente necesitada de ingresos para subsistir, pero no pueden trabajar en actividades ilícitas ni invadir propiedades de la ciudad, vale decir: de todos.

Si tanto les debe el alcalde su puesto, que los apoye para trabajar en actividades apegadas a la ley. De otro modo, se puede pensar que es promotor de ilegalidades.

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