No hay nada más gratificante que saber que alguien lo logró antes que nosotros. Eso es: superar una enfermedad, sobrellevar la muerte de un familiar, lograr objetivos o sobresalir de una desgracia personal. Así como esas personas, nosotros también podemos conseguir nuestros propósitos.

Muchos viven encerrados en un círculo restringido de posibilidades y se han olvidado que tienen un potencial de vida, con el que ni siquiera pueden soñar.

Hay que entender que nuestro pensamiento condiciona nuestra realidad. Lo que creemos de nuestra persona se torna en una profecía que se cumple. Porque aquello en lo que creemos es lo que determina nuestras acciones y uno nunca obra contrariamente a como piensa.

Si cuidamos nuestra mente, si la nutrimos y la cultivamos como si fuera un fértil jardín, florecerá más allá de nuestras expectativas. Pero si dejamos que la maleza la invada nunca podremos alcanzar la paz espiritual y la armonía interna.

Si añadimos un poco a lo poco, y lo hacemos así con frecuencia, pronto llegará a ser “un mucho”; eso es el poder de la voluntad y muy pocos lo usan para mejorar todos los días. 

Lo triste es que la mayoría de las personas confunden los límites de vida, con los límites del mundo. Unos pocos no, por lo que hay que unimos a esos pocos.

Las limitaciones que creemos tener en nosotros se convierten en las cadenas que nos atan e impiden que alcancemos nuestro potencial en la vida, para el que fuimos destinados.

No existe lo que se llama un ser humano normal. Si tienes un cerebro normal, entonces eres un ser superior.

Una frase puede cambiar tu vida y la de todas las personas que te rodean: “¡Puedes hacerlo!”. Yo en lo particular nunca creí poder escribir un libro y ya tengo cinco publicados, los cuales me han ayudado a mi crecimiento personal y siento que he ayudado a muchas personas a lograr su superación y a encontrar la felicidad.

Empecemos hoy mismo a hacer cambios en nuestra vida para ser felices. A las personas que amamos digámosle cuánto las amamos en cada oportunidad que tengamos. Y recodemos siempre, que la vida no se mide por los descansos que tomamos, sino por los momentos que nos roban el aliento. “¡Puedes hacerlo!”.