'El Pulpo'

Era un tipo que usaba una moto especial y la manejaba con los muñones, pues no tenía brazos. De ahí el cruel apodo.

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Este año estrené un espectáculo biográfico llamado “Cachorro de león”, un monólogo donde comparto parte de mi infancia. En él menciono a algunos amigos de mi papá. Uno de ellos era “El Pulpo”, un tipo que usaba una moto especial y la manejaba con los muñones, pues no tenía brazos. De ahí el cruel apodo.

Yo vi al “Pulpo” varias veces, incluso fui a comer a un lugar de tortas y tacos que tenía en la Bojórquez. Siempre me intrigó cómo este hombre resolvía su día a día. Sé que siempre tuvo la fortaleza para reinventarse -después del terrible accidente por el que le amputaron los brazos-, procrear tres hijos y hacer una familia.

Ellos atendían aquel negocio y siempre estaban alrededor de su padre. Hace unos meses presenté el monólogo en el Cereso.

Ellos  pensaron que la historia del “Pulpo” era producto de la ficción, en alguna nota sobre la obra leí que yo había inventado personajes del estilo de “Los olvidados”. Aunque en el programa de mano especificaba que todos los personajes eran de la vida real, pocos lo creyeron. Tiempo después de aquella función en el Cereso, llegué a dar mi clase y mis alumnos me dijeron:

¡Maestra, el “Pulpo” sí existió! Y me contaron que el “Pulpo” había muerto meses atrás, que su viuda estuvo en la cárcel contando su testimonio; cómo hubo gente que le aconsejaba no casarse con un “discapacitado” y le reiteraban lo difícil que sería la vida a su lado. Pero la señora se enamoró, precisamente de la enorme fuerza de este hombre, de su capacidad para enfrentar la vida y sacar adelante a su familia. 

Quizá el lector alguna vez coincidió en la calle con él, era alto y robusto. Uno no podía dejar de preguntarse qué le había pasado, pero también era sorprendente verlo moverse en el tráfico de la ciudad sin ninguna dificultad.

Los que me han contado la historia de este hombre me dicen que desde niño aprendió a defenderse usando cuello y mandíbula, yo lo vi comer tacos algunas veces: le ponían la tortilla en el hombro y él comía sin mayor dificultad.

Creo que la vida de este hombre, su fortaleza, su capacidad de reinventarse es un ejemplo para los jóvenes que a veces se dan por vencidos, para los padres que a veces creen que sus hijos con capacidades diferentes no tendrán opciones en la vida.

Seres humanos como el “Pulpo” nos enseñan que es cierto, a veces no hay opciones: tenemos que inventarlas. Sirva esta nota como pequeño homenaje a este hombre: Que el océano vertido en el infinito reciba al “Pulpo” en una nueva travesía interminable.

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