Qué extraña, rara, triste historia

García Luna enfureció por un artículo crítico que escribió sobre los pobres exámenes de control de confianza en la Policía Federal.

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El día que lo conocí, primavera de 2005, quizá lo que más me sorprendió de Genaro García Luna fue la fotografía gigantesca de la marcha contra la inseguridad de junio de 2004 que tenía pegada en la pared de su oficina de director de la AFI. Me explicó que no comprendía la tarea policiaca sin la participación ciudadana.

Me sorprendió también que María Elena Morera, una de las promotoras de aquella gran marcha, me llamara tiempo después en su papel de presidenta de México Unido contra la Delincuencia para invitarme a la ceremonia donde le otorgarían un reconocimiento a García Luna por ser un policía ejemplar. Me disculpé, por cierto.

Imaginen cuánto me sorprendió escuchar ayer a María Elena contarnos que, en 2011, García Luna enfureció por un artículo crítico que escribió sobre los pobres exámenes de control de confianza en la Policía Federal, al grado de amenazarla a ella y a su familia.

Para cerrar el cuadro, García Luna me llamó para desmentir las palabras de María Elena y contarme, grosso modo, lo que más tarde difundiría en una carta: que los comentarios de la “señora fueron una desconcertante sorpresa”, y que el mejor ejemplo de la mentira era que el hijo de María Elena trabajó con él hasta el último día de noviembre de 2012, “cuando concluí mi encargo”.

Leí dos veces la carta, luego hablé en privado con María Elena y no salgo del asombro. Porque aquí alguno de los dos está exagerando la nota, negando los hechos o mintiendo descaradamente.

Qué historia extraña, rara. Y triste para quienes pensamos que la amistad es una ley humana muy severa.

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