Que siga así la transformación de Cancún

Transformación. Esta fue la palabra más recurrente en el discurso del presidente municipal...

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Transformación. Esta fue la palabra más recurrente en el discurso del presidente municipal de Benito Juárez, Paul Carrillo de Cáceres, durante su Primer Informe en el Malecón Tajamar, el sábado pasado. Habló de “un antes y un después de Cancún” con su llegada; presumió, entre otros temas, un “nuevo rostro” social y urbano. Sobre todo, urbano.

Las obras en pavimentación, reencarpetamiento, banquetas y guarniciones son evidentes. Entregó un dato duro, quizá el más aplaudido: “Si sumáramos los esfuerzos de pavimentación y habilitación de calles y avenidas sería lo equivalente, aproximadamente, a la distancia entre Cancún y Felipe Carrillo Puerto”. En efecto, la mayoría recordará que hace un año las avenidas principales y calles secundarias eran un desastre. Los 20 kilómetros de la López Portillo y los 13 del bulevar Colosio eran la vergüenza de este polo turístico, líder nacional. Con la sinergia entre los tres niveles, que destacó Paul en su exposición, se logró recuperar ambas entradas. 

Quienes habitan la ciudad son testigos de lo que ocurre también en sus entrañas, donde las faenas no se detienen. Son más de 40 millones de pesos en vialidades estratégicas y diversos tramos que configuran los circuitos con mayor tráfico. Que se critique la lentitud de las obras, la nueva imagen de la Tulum o la inconformidad de ciertos grupos, son parte de un proceso inevitable en una ciudad como esta: en constante transformación.

¿Falta por hacer? Sin duda. Así como se implementó un programa permanente de habilitación de calles y avenidas (inversión de 16 millones), más la construcción de banquetas y guarniciones en regiones, en las delegaciones Alfredo V. Bonfil y Leona Vicario, y en la alcaldía de Puerto Morelos, con inversión de 8.5 millones más, podría incorporarse en una segunda etapa los andadores de las supermanzanas que componen la denominada “zona fundacional”. 

Esta área cuenta con una red de andadores por donde los peatones ya no pueden desplazarse con la facilidad para los que fueron creados. La intención era evitar el cruce de las avenidas y propiciar la convivencia entre los vecinos de un sector determinado. Hoy son muchos los que tienen adoquines en mal estado, no cuentan con luz y la maleza gana terreno. En la práctica, ya no seguros, frescos ni arbolados, para que su recorrido sea placentero.    

Se requiere más que limpieza ocasional. Los andadores fueron proyectados hasta para que un niño caminara o jugara sin peligro en estos trazos urbanos, vistos en los retornos o calles sin salida, que daban originalidad al Cancún “integralmente planeado”, cuando se privilegiaba más al peatón que al automovilista.

Es cierto que la transformación referida ha provocado reajustes acelerados al mapa y la condición poblacional no es la proyectada, pero sobre la marcha se ha debido corregir aspectos tan básicos como éstos. No se ha hecho lo suficiente. Paul está a tiempo. Como cancunense nato, reconoce el valor del centro con sus andadores, que son a fin de cuentas como esta ciudad: amplios a veces, reducidos otras, con recovecos o simples. Lo cierto es que son parte esencial de nuestra traza, y generan lo que se convierte en debate frecuente: si en Cancún hay o no identidad. Lo andadores forman parte de esa cuestionada identidad.

Lo primero es rescatarlos. Algunos han sido invadidos por tienditas, talleres mecánicos o viviendas, cuyos propietarios los pavimentan o bardean a placer. Por algo se empieza, y la opción de recuperar estos espacios de todos debe ser una prioridad.

Sería bueno que las autoridades municipales pensaran en un programa permanente de rescate con la activa participación de vecinos y pioneros. Que siga, pues, la transformación.

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