¿Qué tan lejos va a llegar la restauración priista?

Avisan, alarmados, de que la llegada de Peña Nieto a la Presidencia implica una vuelta a las negras épocas del autoritarismo.

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Muchos jóvenes mexicanos no conocen de primera mano la realidad del antiguo régimen priista. No la han vivido. Y eso que los panistas, en los doce años que estuvieron en el poder, se pusieron rápidamente al día y comenzaron también a escenificar rituales de corte descaradamente nacionalista-revolucionario. Para mayores señas, creo que fue en el sexenio de Fox-Creel que nos recetaron, a los inermes ciudadanos de este país, una escena, trasmitida machaconamente en la tele durante el Mes de la Patria, en la que un viajero se plantaba a la mitad del pasillo de un avión de línea y se ponía a berrear el himno nacional.

Se entiende que era una propaganda oficial para reforzar nuestro patriotismo. Pues, de habérsele encargado la dirección cinematográfica a Luis Echeverría, no lo hubiera podido hacer mejor.

Pareciera que hablo de una cuestión cosmética, estimados lectores. Pero, más allá de que la forma sea fondo, el asunto reviste también cierta gravedad en tanto que puede significar, en el caso del actual retorno de los presuntos emisarios de ese pasado que un gran escritor calificó de “dictadura perfecta”, una restauración pura y simple de prácticas que van mucho más allá de la mera celebración de rituales, por más que estos fueran parte consustancial de un sistema que reverenciaba, por encima de todas las cosas, la figura del tlatoani (en una versión forzosamente actualizada).

Y sí, en efecto, los temores de una restauración total de las antiguas prácticas han estado ahí, en todos aquellos ciudadanos para los cuales la transición democrática significó una saludable ruptura del orden anterior y una muy esperanzadora oportunidad para el cambio. Esos mismos votantes avisan, alarmados, de que la llegada de Peña Nieto a la Presidencia de la República implica una vuelta a las negras épocas del autoritarismo, el culto a la personalidad y la demagogia a ultranza, por no hablar de otros temas como el corporativismo, la corrupción (que, hay que decirlo, en manera alguna ha disminuido en los distintos regímenes del PAN) o el populismo.

Las advertencias y las denuncias —que pueden expresar una preocupación sincera, estar teñidas de oportunismo o responder a intereses partidistas— se refieren de cualquier manera a una realidad tan concreta como el hecho de que el PRI gobernó durante siete décadas a México. Pero es ahí donde podemos plantear, justamente, las disyuntivas que enfrenta actualmente el antiguo partido oficial, devenido en una suerte de nueva manifestación, por lo menos en las intenciones expresadas, de ese instituto político abierto, progresista y modernizador que también fue.

Las denostaciones y los augurios tremendistas están a la orden del día pero hay que recordar que el PRI impulsó la reforma política, la creación de instituciones que aseguraran una mayor certeza en los procesos electorales y la instauración de reformas económicas, así fuera incompletas. Ese PRI, ¿es el que vuelve, de la mano de Peña Nieto? O, por el contrario, ¿estamos viviendo el alegre desembarco de los consabidos “dinosaurios”?.

Las señales no se pueden todavía descifrar. Es cierto que el presidente de la República ha mostrado una ejemplar prudencia y que en momento alguno ha exhibido el grosero triunfalismo del caudillo. Es cierto, también, que el gobierno ha tramitado algunos expedientes con singular eficacia: ahí tenemos el caso que se le ha armado a Elba Esther Gordillo, un auténtico trabajo de profesionales, a diferencia de las torpes acciones legales emprendidas por las anteriores administraciones. Y ahí está, finalmente, el admirable trabajo político de un mandatario que ha logrado concertar pactos con una oposición obstruccionista de naturaleza.

Pero, quedan dudas. Por ejemplo, esa misma acción emprendida contra una lideresa sindical colosalmente impopular entre la población, ¿es una venganza por su acercamiento a los mandamases del régimen panista o es el principio de una estrategia global para sanear el ámbito de las organizaciones laborales? La diferencia entre una cosa y la otra es, por así decirlo, terrorífica. Y, sobre todo, ¿cómo se va a instrumentar el retorno de los “antiguos”? Esta última pregunta no se refiere a las evidentes capacidades del PRI para organizar a sus militantes y asegurar la lealtad de sus cuadros sino a la disposición que tenga para interpretar a una sociedad que, ella sí, ha cambiado irreversiblemente y que está poblada de jóvenes con ideas propias que frecuentan, entre otras cosas, las redes sociales. Al tiempo…

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