¿Qué tan malo es el malo?

Cordero fue el obstáculo más visible en las negociaciones de Madero en el Pacto por México. Con él, los senadores panistas se volvieron el único problema legislativo para los acuerdos.

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Del gobierno pasado, Ernesto Cordero es el superviviente con mejor salud política. Ahora disputa la dirección nacional del PAN a Gustavo Madero. Un panista de factura reciente en los primeros planos de la política partidaria. Fue el favorito de Felipe Calderón y todo indica que, aunque no ganó la candidatura presidencial, no se equivocó. Cordero no solo persiste, sino que es la opción más clara a Madero y los suyos.

Cordero es malo pero ha probado no ser incompetente. Con la venia de su jefe construyó su camino a la candidatura presidencial desentendiéndose del código no escrito que obligaba a los secretarios de Hacienda a no hacer política. Desde allí la emprendió contra los gobernadores del PRI y especialmente hacia Humberto Moreira, dirigente del tricolor y gobernador con licencia. Como adversario de Josefina Vázquez Mota no tuvo recato y sin miramientos ni cortesías la golpeó en lo personal sin cuidar, como sucedió, que sus descalificaciones la minaran al momento de la contienda presidencial.

Cordero fue el obstáculo más visible en las negociaciones de Madero en el Pacto por México. Con él, los senadores panistas se volvieron el único problema legislativo para los acuerdos. Las diferencias con el gobierno y Madero no eran ideológicas, más bien parecían ser una actitud propia de derrota no digerida, aunque también tenían un sentido táctico y estratégico: ubicarse en el PAN como la alternativa.

El senador tiene más ascendiente y apoyo de lo que parece, incluso entre priistas. Un logro mayor es que ya no se le ve como continuidad o extensión de Calderón. Las cifras de la economía nacional lo muestran como un eficaz funcionario en su tránsito en la Secretaría de Hacienda. No tiene mucho por presumir, pero las condiciones actuales le favorecen. También hay que decir que hay esqueletos en el clóset, quizás no imputables a él, como son las exenciones y los privilegios fiscales.

En la lucha contra Madero, Cordero ratifica su manera ácida y frontal de hacer política. El PAN y Madero, si éste ganara, quedarían muy averiados. Los moches son ejemplo; los diputados del PAN no tienen el monopolio de tal pecado, quizás ni siquiera sean los principales articuladores y beneficiarios, también es cierto que hay muchos corderistas con la mácula del tráfico de influencias; sin embargo, en el imaginario político, precisamente por la campaña de Cordero contra el maderismo la extorsión queda asociada al PAN.

Cordero ha centrado su crítica en el supuesto entreguismo de Madero al gobierno de Enrique Peña Nieto. Lo menos que se puede decir es que si algo hay de eso, es mucho más lo que ha ganado el PAN que lo que ha obtenido el PRI. Los ejemplos son abrumadores a grado tal que en el tricolor cada vez son más las voces incómodas con los acuerdos con el PAN. Los senadores del PRI ya lo han manifestado. Pero en el PRI hay una tradición de apoyar al Presidente y esto no se alterará. Al menos hasta la elección intermedia habrá apoyo de los legisladores y gobernadores tricolores a Peña Nieto y a su círculo cercano.

Cordero puede ganar. Las sorpresas son frecuentes en el PAN. Si se tomaran literalmente sus desplantes críticos, el país vería un retoño de Andrés Manuel López Obrador desde la derecha. Como señalara el teórico Ernesto Laclau, recientemente fallecido, hay populismos de derecha y de izquierda. Sin embargo, lo más seguro es que no ocurriría así y el PAN contaría con un dirigente más sensato y dispuesto al acuerdo de lo que parece, como hubiera sido también López Obrador si hubiera ganado la Presidencia. La estrategia para ganar el poder no es la misma para ejercerlo.

Cordero como dirigente nacional le plantearía al PAN la oportunidad de reivindicar a los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón por la vía de la economía. También da espacio para dejar atrás las historias de corrupción y el saldo sangriento en la lucha contra el crimen organizado. La cuestión es que es un mandato breve y en muy poco tiempo tendría que lograr lo que ahora justamente él compromete por su forma de disputar el poder: la unidad del partido.

Michoacán. Al inicio del proceso penal contra su mano derecha, el gobernador Fausto Vallejo salpica a todos: dice que hay otros estados con mayor inseguridad; ahora que ya no está en el poder, que el ex presidente Calderón fue nefasto; que el comisionado Alfredo Castillo, quien sí lo está, es lo máximo; que durante su campaña Jesús Reyna era un simple militante del PRI y que el encuentro de éste con los Templarios fue para otra campaña (¿la federal?); que el Presidente y el secretario de Gobernación merecen un nicho; y, lo que sí es cierto, que gracias a las autodefensas el país y el gobierno federal volvieron la vista a Michoacán.

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