¿Qué tanto se va a radicalizar el PAN?

Hemos visto que el interés más inmediato de los diferentes partidos políticos no es el bien común sino la mera obtención de parcelas de poder.

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La pelea entre Madero y Cordero, eminentes y distinguidos panistas, es la mera repetición de la misma escena de siempre donde un sector del Partido Acción Nacional, presunto defensor a ultranza de los mitos fundacionales y los valores imperecederos, acusa al otro, al que negocia con saludable pragmatismo con los representantes del poder político en turno, de haber consumado una auténtica traición.

El buen Carlos Castillo Peraza ya había tenido que afrontar las críticas y denostaciones por haberse acercado a Carlos Salinas y lo más curioso es que, en aquel momento, algunos de los valedores de la pureza ideológica panista terminaron militando en las filas de la izquierda radical.

Ahora bien, el hecho de que la oposición política de un país llegue a celebrar acuerdos con el Gobierno ¿significa obligadamente una indignidad, una entrega y una deslealtad? La pregunta es muy interesante porque el juego electoral —es decir, todas aquellas estrategias diseñadas para alcanzar posiciones de poder en el aparato del Estado— implica, desde ya, un crónico (y natural) enfrentamiento con el posible adversario.

Y, en este sentido, no solemos advertir signos particularmente conciliatorios ni mayores magnanimidades. Al contrario: es el mundo de las descalificaciones, las puñaladas traperas, las zancadillas, las calumnias, las acusaciones y las intenciones aniquilantes; no se matan porque el homicidio no se lleva en las sociedades civilizadas (no es una caricatura demasiado extravagante, estimados lectores: Stalin eliminó físicamente a todos aquellos que pudieran siquiera significar la más mínima oposición a sus designios y la historia de la humanidad está repleta de homicidios perpetrados por reyes, hombres de la Iglesia, príncipes y dignatarios de todo pelaje).

¿Y, los ciudadanos, mientras tanto? ¿Debemos estar también tan enfrentados y tan divididos? Ahora mismo, entre un panista seguidor de Cordero y otro que se adhiere al presidente del partido ¿hay diferencias insalvables y se reparten mutuamente tremendas recriminaciones?

Hemos visto ya, en la sociedad mexicana, una descomunal ruptura a partir de unas elecciones en las que un mal perdedor prefirió, justamente, azuzar a sus seguidores y enfrentarlos abiertamente al resto de la nación. Las heridas no han sanado y ese personaje sigue siendo un ejemplar rentista de la división: o estás con él —o sea, con el pueblo bueno— o estás contra su augusta persona, es decir, eres algo así como un irrecuperable enemigo de clase, partidario de la “mafia en el poder” y adepto de los “ricos y los poderosos”.

Pero entonces, ¿qué tanto se puede radicalizar también el PAN en su (entendible) postura de partido opositor? Y, sobre todo, ¿qué tan conveniente le resultaría, desde el mero punto de vista de los réditos electorales y los futuros beneficios políticos, adoptar una postura de franco obstruccionismo y, por ejemplo, no apoyar más el Pacto por México?

Si la celebración de ese acuerdo es benéfica para el país entero y, por lo tanto, si el PRI, primer convocante y partido en el poder, es el que va a cosechar los ganancias ¿debiera la oposición abstenerse, simple y llanamente, de cualquier acercamiento y cualquier colaboración?

Hemos visto que el interés más inmediato de los diferentes partidos políticos no es el bien común sino la mera obtención de parcelas de poder y cargos para sus correligionarios. Hoy, la indiscutible habilidad negociadora del Presidente de la República ha permitido que se alcanzara algo que era impensable hace apenas unos meses: un acuerdo auténticamente nacional entre los diferentes actores políticos.

Sin embargo, se levantan voces que hablan de entreguismo y traición. Cordero encabeza, en el PAN, esa corriente que rechaza la negociación o que, en todo caso, pretende llevarla a un terreno en que se pueda volver, justamente, innegociable. En el PRD, los antagonistas ya militan de cualquier manera en otras filas. Corresponde al PAN, entonces, definir su estrategia. En estos momentos, Madero parece haber ganado la partida. ¿Hasta cuándo?

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