Quítate ese reloj y que los niños no jueguen en la calle

La encuesta de seguridad pública urbana (32 principales ciudades del país) que difundió ayer el Inegi nos refriega que seguimos viviendo muy mal.

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Temprano en 2007, cuando se escuchaban los primeros disparos y gritos de la guerra contra el crimen, expresé aquí y en otros espacios que de nada serviría matar a los malos, encarcelarlos, quitarles la droga, si los ciudadanos no recuperaban las calles, las plazas, las carreteras; si no dormían, despertaban y trabajaban tranquilos. Machaqué con esperanza que el triunfo solo sería acreditable con una mejor vida cotidiana de gran parte de los mexicanos.

Cualquier otra cosa sería propaganda.

Y aquí estamos siete años después, viviendo la distopía condenada que no deseamos. La encuesta de seguridad pública urbana (32 principales ciudades del país) que difundió ayer el Inegi nos refriega que seguimos viviendo muy mal.

No solo porque 68 por ciento de los mexicanos se sientan inseguros en sus ciudades, o porque dos de cada tres vean un futuro igual de malo o peor. Me refiero a estos datos:

*65% ha escuchado o visto robos o asaltos.

*58% tiene constancia de vandalismo en viviendas y negocios.

*64% ha cambiado hábitos para que no le roben el reloj, una joya, una tarjeta bancaria.

*49% no se anima a caminar cerca de su casa después de las ocho de la noche.

*47% no permite que sus hijos menores jueguen en la calle.

No se está preguntando sobre asesinatos, secuestros, extorsiones. Únicamente es vida cotidiana. Siete años después, uno quisiera que pasara de moda el pesimismo. Ese nihilismo fácil que, diría el escritor Ian McEwan, nunca duda de que todo lo que hemos hecho es una porquería.

Pero seguimos en la antiutopía. Qué triste. 

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