Recuerdos en resguardo
La relectura del libro no sólo me conduce a los fantásticos Cuentos de Eva Luna, sino también me acerca a otra versión de mí...
El ejemplar que tengo lleva tatuado en sus hojas el sello de la biblioteca a la que pertenece; su lectura en cambio, se convida sin ataduras, ni recelos, a quien quiera compartir sus relatos.
En las primeras páginas aparece el protagonista de otro libro de la misma autora describiendo los días que vivió junto a una mujer. El recuerdo le llega intacto en imágenes y así nos lo comparte:
Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas.
-Cuéntame un cuento –te digo.
-¿Cómo lo quieres?
-Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.
Como si se tratara de una introducción, estas palabras anteceden las historias que componen el libro, o bien, las enmarcan dentro del espacio compartido por estos amantes. “Un discreto milagro”, “Niña perversa”, “El huésped de la maestra”, “Con todo el respeto debido” y “De barro estamos hechos”, son algunas de las narraciones incluidas.
Su autora ha escrito una veintena de libros que han sido traducidos a más de 30 idiomas. Igualmente, estableció una fundación, en honor a su hija Paula, dedicada a la protección de mujeres y niños en todo el mundo.
La relectura del libro no sólo me conduce a los fantásticos Cuentos de Eva Luna, sino también me acerca a otra versión de mí, aquella que años atrás leyera con tanto fervor sus páginas, creyéndome parte de sus historias, viviendo los días, con sus amores y sus desamores, como si se tratasen de una novela, de un cuento escrito por Isabel Allende.