Reforma con Pacto o sin él

Como todo acuerdo, este instrumento requiere de la confianza entre los involucrados.

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Mucho ruido se ha hecho con los pronósticos de sí ha llegado o no a su fin el “Pacto por México” y quien es culpable de ello. Esto es normal en política, lo exagerado es encontrar quienes opinen como si en ello se fuera el futuro de México y de las reformas legislativas que requerimos.

Dicho Pacto es un instrumento y no un fin en sí mismo. Nacido por un lado de la impericia gubernamental y por otro de la  mezquindad de la otrora oposición priista para aprobar reformas necesarias para el país en los últimos años. 

Si se quiere, instrumento diligente para que al más alto nivel gubernamental y de dirigencia de los partidos se salven estos escollos. Pero no es el único camino. De hecho como dice la canción “este Pacto no es con Dios” ni agota la posibilidad y obligación de que los legisladores privilegien consensos y valoren iniciativas por la bondad de su contenido.

Como todo acuerdo, este instrumento requiere de la confianza entre los involucrados y de que nadie se quiera “pasar de vivo”. No se puede continuar como si nada si alguna de las partes -como lo comprobado en Veracruz- comete ilegalidades electorales.

Para que el acuerdo siga tiene que haber rectificaciones sobre todo de quien comete, permite o no castiga la ilegalidad. Ese es simplemente el caso. Y desde luego a la parte agraviada no se le puede tildar de “chantajista”, a menos que lo que se quiera sea que se comporte con el síndrome del cónyuge golpeado: “Pégame, pero no me dejes”.

Lo importante es no hacernos tontos. A algunos funcionarios o dirigentes se les va la vida en aparecer o no en la foto del Pacto. A los ciudadanos lo que nos importa es que los cambios continúen. 

Ojala se restablezca el Pacto por México, pero en todo caso con él, sin él o a pesar de él, no hay pretextos para que no sigan las reformas.  Nada más que es saludable desenmascarar a los que no saben cumplir.

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