Reformas, inquisidores y traidores

Lo peor que puede surgir de los firmantes del Pacto es una iniciativa de reforma que asemeje Pemex con la brasileña Petrobras o la petrolera de Cuba.

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Más allá del bochornoso desgreñadero (judicializado y por fortuna hoy desjudicializado por su coordinador) en que se debaten los panistas cupulares por el control del canijo dinero en su fracción senatorial, es lógico que sus legisladores quieran, como se apresuró a garantizar Ernesto Cordero, votar una reforma constitucional al artículo 27, a fin de propiciar, según creen, una modernización posible de Petróleos Mexicanos tan profunda como sueñan.

Para algunos de los más reaccionarios diputados y senadores del PAN, lo ideal sería que Pemex fuera vendida a cualquier transnacional, pero no solo del ramo sino inclusive a una refresquera. 

Lo que no se sabe todavía es el tipo de iniciativa de reformas que llegará al Congreso de la Unión: de cambios a la legislación secundaria o a la Constitución.

Hasta hoy, lo seguro es que el proyecto surgirá de los acuerdos a que lleguen los firmantes del Pacto por México.

Si bien es cierto que el presidente Enrique Peña Nieto dijo al Financial Times que la propuesta incluirá “los cambios constitucionales necesarios para darle certeza a los inversionistas privados”, también lo es que en seguida, también en Londres, corrigió: el proyecto surgirá de lo que su gobierno y los dirigentes del PAN, el PRI y el PRD convengan.

No hay, por lo tanto, razón alguna para que el potaje ideológico de la izquierda convencional (desde la que representa el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del partido que tanto necesitaba México; Jesús Zambrano, dirigente nacional del PRD; Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador) alborote incautos con la vacilada de que Pemex va a “privatizarse”.

El viernes en este espacio, con el caso de Chicontepec (40 por ciento de las reservas totales de petróleo), se recordó que la iniciativa privada viene participando en inversiones de riesgo tanto en perforación como extracción de crudo, sin que nadie con mediano criterio pueda probar que el Estado mexicano ha perdido “la soberanía petrolera”.

Por explicable que sea, numeritos como el que ayer protagonizaron dirigentes perredistas identificados con el lópezobradorismo, diciendo que considerarán “traidor” a cualquier correligionario que vote en el sentido de la iniciativa que salga del Pacto por México, son reciclajes de los ya muy oxidados anatemas contra personajes como el propio ingeniero Cárdenas que padecieron Los Chuchos cuando el sambenito (capotillo o escapulario que se ponía a los penitentes reconciliados por el Tribunal eclesiástico de la Inquisición) se lo endilgaban a Jesús Ortega, Guadalupe Acosta Naranjo, Amalia García y desde luego a Zambrano.

Lo peor que puede surgir de los firmantes del Pacto es una iniciativa de reforma que asemeje Pemex con la brasileña Petrobras o la petrolera de Cuba.

¿A quién pretenden engañar quienes han puesto el grito en el cielo?

Bueno, quizás a los que supongan que los regímenes socialistas de esos países responden a los intereses de las grandes trasnacionales, o sea, ¡que son de derechas!

A otro perro, pues, con ese hueso. 

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