Regresos en la memoria y con los ojos cerrados
Y no importa en qué tempestad me encuentre, tu recuerdo siempre me encuentra...
Sabía que iba a acabar. Y te juro que te abracé tan fuerte como pude, te besé, te besé y te besé y despertaba a media noche sólo para sonreírte un poco más. Porque sabía que iba a acabar. De lo bueno poco, dicta la vida y al mal paso, darle prisa.
Así que, como fuera, estaba destinado a terminar. Y a pesar de los años que han caído al suelo en una sucesión de calendarios interminables que voy arrancando sin evitar intentar aferrarme, a pesar de haber encontrado un equilibrio sensato, sigo siendo feliz cuando cierro los ojos a ratos.
Y no importa en qué tempestad me encuentre, tu recuerdo siempre me encuentra. Me miras de reojo, sonríes, te ríes, y me sonrojas, y le arranco al pasado tu voz diciendo: “Alice, c’est la vie. Alice, vis la vie” para traer el rastro de ese eco a mi presente. Y así paso los días, escapando a tus murmullos nocturnos que ahora podría comprender, repasando la fugaz línea de tiempo en la que fuimos posibles, sonriéndole a canciones que me transportan a ese lugar en mi mente que alguna vez fue real.
Así regreso a los lugares en que alguna vez fui muy feliz. Así regresas a mí, así regreso a ti. Y cierro los ojos una vez más.