Réquiem por un rarámuri

El rarámuri se rebelaba al ecocidio que realizaban algunos poderosos capitalistas de Chihuahua...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En mi reciente novela “Gudelia Flor, el sueño de la muerte”, premiada en la última edición del FicMaya, recreo en el capítulo V la historia de Nacho Cota, líder de los indígenas chibanes (esta etnia es una ficción). 

Cota es un personaje con una profunda conciencia étnica, lo que  le lleva a asumir una lucha incomprendida por la preservación de los bosques del territorio tribal. Este personaje es asesinado por órdenes del Dr. Yanes, cacique de la comarca literaria.  

Este capítulo lo escribí inspirada en la figura de Isidro Baldenegro López, indígena rarámuri (inapropiadamente llamados tarahumaras).  A este heroico líder indígena lo conocí en un encuentro sobre derechos indígenas, celebrado hace algunos años en el norte del país. Su voz cautivó al foro, porque nos llevaba a los bosques de las montañas de su nación, nos hablaba de la flora, la fauna y riachuelos que corrían en las laderas de los cerros.  

El rarámuri se rebelaba al ecocidio que realizaban algunos poderosos capitalistas de Chihuahua que, en colusión criminal con narcotraficantes de la región, talaban ilegalmente los preciosos bosques de pinares, cahuites y otras coníferas endémicas de sus agrestes serranías; los primeros se llevaban la madera y los otros aprovechaban la tierra ganada ilegalmente para sembrar amapola. 

Al finalizar su conferencia en aquella noche lejana, el aplauso de pie a este líder rarámuri fue nutrido por solidaridad con su heroica lucha y reconocimiento por haber recibido, algunos años atrás, el Premio Goldman, equivalente al Nobel en ecología. 

Como en mi novela, Baldomero López fue asesinado, a comienzos de este año, por sicarios que cumplían órdenes de poderosos, a quienes incomodaba su tenaz defensa al ecosistema de las sierras tarahumaras. 

Nada extraordinario ha significado su muerte, porque durante los últimos años el despojo territorial a los indígenas mexicanos es nota perdida. La materia forestal de los bosques de esas montañas es oro puro que no entiende de cosmovisiones. 

Javier Corral, gobernador de Chihuahua con chapa de conservador como ideología, ha dicho que se hará justicia; tengo dudas, porque a Julio Baldenegro, padre de Isidro, también lo asesinaron por diferentes sicarios, pero con las mismas órdenes; su muerte se encuentra en el olvido de la justicia. 

No deseo que suceda lo que acaeció en Gudelia Flor, el sueño de la muerte, el sicario que jaló el gatillo fue presentado en los tribunales, e incluso sentenciado, pero el Dr. Yanes, el asesino intelectual, recibió felicitaciones de las máximas autoridades por pavimentar el camino al progreso de la región. Desearía que mi premonición literaria no sea cierta.

Lo más leído

skeleton





skeleton