“Rezar es la respiración del alma”

No soy hombre de cultura, pero pienso, humildemente, que soy un hombre de oración.

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Decía Mahatma Gandhi. “Sin oración no puede haber conciencia de la propia debilidad. La oración es la llave que abre la puerta de la mañana y cierra la puerta de la noche. Sólo de Dios viene toda nuestra fuerza, por medio de la oración. Rezar no es pedir. Rezar es la respiración del alma.

Encontré gente que envidia mi paz. Esta paz me viene de la oración. No soy hombre de cultura, pero pienso, humildemente, que soy un hombre de oración. La oración me salvó la vida. Sin ella estaría loco hace ya mucho tiempo. Si conseguí salvarme de la desesperación, fue gracias a la oración. La oración no fue parte de mi vida, como lo fue la verdad.
La oración brotó simplemente de la necesidad, cuando me encontraba en situaciones en las que no podía ser feliz de ninguna manera sin ella. Al pasar el tiempo, mi fe en Dios aumentó, y el deseo de rezar se volvió irresistible.

Para vivir en medio de los hombres es necesaria una fuerza eficaz, absoluta: ¡la de la oración! El cuerpo humano puede vivir, temporalmente, sin alimento. El alma sin oración, muere. No existe el ayuno de la oración. Rezar es estar con Dios.”

Qué manera tan excelente de hacer un contacto con Dios. Y qué forma de expresar sus sentimientos y pensamientos para darle al alma su alimento espiritual.

Valdría la pena preguntarnos hoy: ¿Qué tanto estamos alimentando el alma, o sólo alimentamos nuestro cuerpo? En esta cuaresma donde están nuestros pensamientos. ¿Son pensamientos positivos o son negativos? Tengamos presente que la felicidad no es un cuerpo satisfecho, sino un alma satisfecha. Porque el alma no crece cuando le sumamos, crece cuando le restamos.

Cuando llegue el momento de rendir cuentas ante Dios, el nos va a preguntar qué tanto hicimos por nuestro prójimo y cuánto servimos y ayudamos a difundir la buena nueva de su amor. Se entiende que el árbol que no da su fruto, se le corta y se le tira al fuego. ¿El día de hoy, estas dando fruto, o eres estéril con tu vida?

No olvidemos que “El hombre es un aprendiz; el dolor su maestro; y nadie se conoce hasta que no sufre”.  Al vivir el día de hoy ¿has pensado lo que Dios sufrió, padeció, y lo más importante, que dio la vida por ti? ¿Alguna vez se lo has agradecido o sólo lo recuerdas en Viernes Santo?. Darle gracias y alabar a Dios es nuestro deber, pero debe de ser más un gusto y una satisfacción. Ese contacto de la criatura con su creador, cuando esa unión se hace efectiva se vuelve fuente de sabiduría, paz y amor.

Todos los días de esta Cuaresma podremos vivir la muerte de Jesús para resucitar con él a una nueva vida, naciendo en un hombre nuevo con nuestras obras hechas, nuestro servicio manifestado en acciones, y nuestras acciones ofrecidas con amor y entrega. No hay que olvidar: “Nadie es mejor que tú, pero tú no eres mejor que nadie hasta que no hagas algo para demostrarlo”. 

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