Ricotes y misérrimos
El problema de México no solo son los muy ricos que no pagan lo justo, sino también una economía informal inmensa y en crecimiento.
La lista de millonarios Forbes da cuenta de un sistema económico insostenible; México, un país que produce por igual ricos, muy ricos, y muchos pobres, muy pobres.
Cuando es momento de discutir la desigualdad, el debate nacional se centra en la decisión de un partido sin mayoría de quitar los límites que le impusieron los dinosaurios, no para defender la economía popular, sino para obstruir la negociación con los presidentes surgidos del PAN.
Son los mismos que en la asamblea del PRI aplaudían obsequiosa y sumisamente al presidente Peña, los magos del mimetismo, los camaleones en la supervivencia. Ayer una cosa, hoy lo opuesto.
El cambio que el país requiere va mucho más allá del IVA generalizado para resolver el déficit fiscal, aliviado con la irresponsable e imprudente disposición de la riqueza petrolera.
Se trata de definir reglas para que cada cual contribuya de acuerdo con su capacidad y riqueza y así propiciar un modelo económico que genere progreso y oportunidades para todos.
El problema no solo son los muy ricos que no pagan lo justo, sino también una economía informal inmensa y en crecimiento.
El destino del gasto debe ser parte de una reforma fiscal: orientar recursos a donde más se necesita y matizar el asistencialismo de la política social. El dispendio y la corrupción son insostenibles.
Debe haber una mayor racionalidad a las remuneraciones formales y encubiertas de los altos funcionarios, por igual legisladores, ministros de la Corte, gobernadores, alcaldes, comisionados y consejeros de organismos descentralizados, y una alta burocracia poco productiva y sin mística de servicio.
Quizá esto último no resuelva mucho en término de números, pero es un paso obligado por el significado de la austeridad.
La lista de Forbes es razón de vergüenza de cara a los millones de miserables en el país. Los políticos y gobernantes deben pensar en un cambio para lograr un país más justo.
La respuesta no es la demagogia, tampoco desgarrarse las vestiduras, simplemente generar incentivos para que haya más riqueza, más oportunidades para todos, un sistema fiscal en el que se contribuya con justicia y un gasto público racional y eficaz.