2015 (y después): un México realmente liberal
El (neo)liberalismo necesita de infinitas regulaciones para funcionar. No se sustenta en la economía salvaje sino en un sólido Estado de derecho.
Aviso a los revolucionarios y agitadores: el modelo de país que hemos adoptado en México no va a cambiar. Y, con perdón, tampoco existen las condiciones sociales —por más posiblemente descontenta que pueda estar la población mexicana— para que tenga lugar una gran revuelta y que se instaure un régimen populista-comunista-estatista que, no lo olvidemos, lo primero que haría es suprimir esas libertades que ya tenemos y de las cuales sacan provecho, justamente, los más quejicas y los más sediciosos.
Lo que sí debe ocurrir es que transitemos hacia una verdadera democracia liberal y que se impongan los valores de la sociedad abierta. Y es que no se puede hablar de individuos soberanos en un país sujeto al paternalismo que practican nuestras clases políticas, independientemente de sus colores, ni se puede tampoco pretender que el satanizado neoliberalismo haya socavado un Estado de bienestar que, para empezar, nunca lo hemos conocido en estos pagos como tampoco existen, en estos mismos momentos, las condiciones para asegurar el pleno desarrollo de la sociedad mexicana: no hay reglas claras, la rendición de cuentas es prácticamente inexistente, la corrupción no se combate de verdad, los mercados están distorsionados por las prácticas monopólicas y papá Gobierno ni siquiera logra recaudar los impuestos que necesita porque la mitad de la población se desempeña en la informalidad.
El (neo)liberalismo necesita de infinitas regulaciones para funcionar. No se sustenta en la economía salvaje sino en un sólido Estado de derecho. En fin, por ahí va el camino. Ésa es la revolución en la que debemos participar. En 2015 y en muchos otros años más.
Feliz Año Nuevo, estimados lectores.