Sal a la discusión

La realidad es que echar más sal a la comida después de su preparación es un hábito, no de todos, pero sí de muchos.

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A principios de mes la Canirac Yucatán dio a conocer que en breve se sumará a la cruzada “Menos sal, más salud” que inició en el DF, en el marco del Día Mundial de la Salud, y que consiste en retirar los saleros de las mesas de sus establecimientos.

Esta medida obedece a la preocupación de las autoridades sanitarias por los altos índices de hipertensión arterial, el “asesino silencioso”, lo que me parece muy atinado, ya que las enfermedades cardiovasculares ocupan los primeros lugares en morbilidad y mortalidad en el Estado. 

Ya se comienzan a oír comentarios al respecto, algunos dicen que no servirá de nada, porque si a las personas les gusta la sal, de todos modos se la pedirán al mesero; otros dicen que si los clientes no tienen este condimento enfrente no tendrán la tentación de agregarlo a sus alimentos y algunos señalan que de esta manera desaparecerá la costumbre de su consumo excesivo.

La realidad es que echar más sal a la comida después de su preparación es un hábito, no de todos, pero sí de muchos y en promedio un mexicano consume hasta 11 miligramos al día, cuando la proporción es de 5, por lo que si a lo largo de los años nos excedemos, esa pizca diaria de más puede ser la diferencia entre la vida o la muerte, así de drástico, porque a pesar de su blancura la sal es “un rico asesino silencioso”. Espero poner el ejemplo.

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