Salvárcar: mucha bala, nada de justicia
Los doctores y peritos confirmaron que Israel Arzate había sido torturado —golpeado y quemado.
Hace unos meses me decía un hombre que lleva toda su vida en el combate a grupos delincuenciales en el ámbito internacional que tal vez el mayor fallo en la estrategia del presidente Felipe Calderón para combatir el crimen organizado, producto de las bandas dedicadas al narcotráfico, fue la mucha bala y la poca justicia.
Hacía un largo relato de cómo los conflictos contra la mafia —en Italia o en Chicago—, contra los narcotraficantes colombianos, con la excepción de Pablo Escobar, siempre se contenían o se empezaban a terminar en un juzgado, no en el campo de batalla.
En el caso colombiano muchos de los capos de la droga terminaron entregándose al gobierno a cambio de penas reducidas, inmunidad para su familia y otros beneficios, con tal de que se contuviera la violencia.
A balazos la guerra es desigual y generalmente llevan la ventaja los grupos delincuenciales que no están sujetos a protocolos de actuación, que no son vigilados por comisiones de Derechos Humanos, que no tienen mayor objeción a actos de terrorismo contra la población civil. Frente a esos el Estado pierde. Y frente a la escalada de fuerza del Estado, las bandas se pertrechan con más armas y tácticas más sucias.
Lo sucedido en Villas de Salvárcar es un buen ejemplo de lo que no se debe hacer: a cuatro días de la masacre de los jóvenes “de acuerdo con lo informado —cito de la recomendación de la CNDH— por el general de brigada de la Operación Coordinada Chihuahua, en Ciudad Juárez, Chihuahua, de la Secretaría de Defensa Nacional, el 4 de febrero de 2010, alrededor de las 19:30 horas, AR1 y AR2, cabos de Policía Militar pertenecientes al 7 Batallón de Policía Militar, circulaban sobre la calle Henequén, casi esquina con Durango, colonia Morelos, en esa ciudad, y detuvieron a V1 (Israel Arzate) en flagrancia delictiva, ya que conducía un vehículo con reporte de robo”.
Unas horas más tarde ya había confesado ser responsable de la matanza. Los doctores y peritos confirmaron que había sido torturado —golpeado y quemado.
En esta historia hay delincuentes, asesinos, inocentes y soldados. Lo que falta es alguien que represente a la ley. A la justicia. Ese déficit persiste.
Cada vez mejores para echar bala, incapaces de impartir justicia.