Se acabó el Pacto pero hay optimismo
Lo de interrumpir temporalmente las hostilidades durante una fiesta religiosa y volver a seguirse matando a la semana siguiente es una extrañísima práctica.
Todavía anteayer replicaban, los más orgullositos y peleones del PRD, que su partido no es “agachón”. Fue una manera de decirle al señor Osorio Chong que las huestes de la organización del sol azteca seguirán en pie de guerra. Hoy, sin embargo, es día de tregua. Hay que disfrutar.
Durante la Gran Guerra, los combatientes de ambos bandos, agazapados en las trincheras, entonaban en Navidades la misma canción, esa hermosa Noche de Paz que tan presurosamente compuso el profesor Franz Gruber para su amigo, el padre Joseph Mohr, en vísperas de la Nochebuena de 1818.
Lo de interrumpir temporalmente las hostilidades durante una fiesta religiosa y volver a seguirse matando a la semana siguiente es una extrañísima práctica que exhibe, en toda su dimensión, lo absurdo de las cosas en este mundo.
Aquí, por fortuna, la llamada “guerra” que comenzó Felipe Calderón no es un enfrentamiento general entre grupos sociales —ahí está Siria, en comparación, para que nos enteremos de lo que es una auténtica contienda fratricida— sino meramente una sucesión de sangrientas escabechinas protagonizadas por las organizaciones criminales y las fuerzas de seguridad del Estado.
El parte de bajas es tremendo. Pero, ¿no estábamos avisados? Así seguirá todo durante algún tiempo hasta que comiencen a verse los frutos de la estrategia. Esto, en el escenario del crimen “organizado”.
Más preocupante es el tema de la otra delincuencia: resolver el problema pasa por el saneamiento del aparato de justicia. Un asunto muy complicado. ¿Cuántas personas, por cierto, han pasado esta Navidad en manos de sus secuestradores?
Terminamos el año sin Pacto pero con un muy novedoso sentimiento de optimismo. Algo es algo. Feliz Navidad a todos nuestros lectores.