Una semana de blanquillos

Enrique Peña y menos sus asesores no entienden que el pueblo ya no es 'peneque' y se da perfectamente cuenta de cómo y cuándo lo engañan.

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Complicada semana, de domingo a domingo, donde sucedieron un sinfín de cosillas y, alguna más otra, estremeció al sensible pueblo mexicano ya harto de promesas presidenciales, crisis de seguridad, de billetes, de moral ética y demás chunches.

En efecto, el domingo anterior los más de 100 millones de mexicanos se despertaron y no todos desayunaron sus sagrados alimentos (si no hay lana, ¿cómo?), pero sí almorzaron (los que pueden, claro) con la noticia nada grata de la muerte de Juan Gabriel, el “Divo de Juárez”, víctima de un fulminante ataque cardíaco, a los 66 años de edad, y todavía con ganas de seguir pachangueando y deleitando a propios y extraños, homofóbicos y no tanto, funcionarios y ex funcionarios públicos y, sobre todo, gente sencilla que sólo gozaba de su música. Así de simple.

Y de allí, para las desdichas. Posteriormente, el candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los “yunaites”, Donald Trump, hizo una visita sorpresa a México para reunirse con el mandatario Enrique Peña Nieto, en donde aquél llevó la batuta en todo y el nacional, dizque con su tono diplomático, lo dejó hacer y deshacer. El imbécil del magnate gringo se regocijó en la tibieza de Peña Nieto –quizá muy afectado por el deceso de “Juanga”; al menos no twitteó “que la daba como hueva hablar del artista- y, más adelante, cuando Trump regresó a su país dijo barrabasada y media sobre ese famoso muro fronterizo que, insiste el estúpido, los mexicanos van a pagar cuando él alcance la Presidencia de su país.

La respuesta, no en la cara del hombre del peluquín u algo parecido, la dio don Peña Nieto con más pena que gloria, horas después, por su cuenta de twitter (una de las redes sociales que, así como suele dar primicias, también arroja desdichas) en donde afirmaba que los mexicanos no pagarían por el muro que ya tiene hasta la madre a millones de personas y compatriotas que viven en el vecino país. Muy tarde y nada más arrojó la impresión de que sí respondió, no como los machitos, pero que sí lo hizo. O sea, por favor.

Pero la situación no acabó allí. Y el 1 de septiembre, de una forma nada vista antes (pero no por ello mejor), Peña Nieto se reunió con 300 chavos de entre 19 y 29 año de edad para un diálogo abierto y franco, sin partidismos y, por supuesto, nada amañado. Los jóvenes, con ciertas excepciones, preguntaron tontería y media para que el mandatario se luciera; lo del caso Trump lo manejó de manera muy simplista y reiteró que le dijo al gringo fascista que defendería la soberanía popular y que, otra vez, el famoso muro fronterizo no sería pagado de los impuestos que, supuestamente, pagan los connacionales. Nadie realizó cuestionamientos incómodos, nadie preguntó sobre Ayotzinapa, Nochixtlán y casi nada del conflicto magisterial con la mafiosa CNTE y la sección 22 que tiene podrida a toda la entidad oaxaqueña. ¿A quién quiere verle la cara don Peña Nieto con ese tipo de actos todos preparados y a modo? Enrique Peña y menos sus asesores no entienden que el pueblo ya no es “peneque” y se da perfectamente cuenta de cómo y cuándo lo engañan.

Todo lo anterior trajo sus derivaciones. Del luto nacional por lo de Juan Gabriel hasta los comentarios más controversiales, por ejemplo, el de Nicolás Alvarado, entonces director del Canal de TV de la UNAM, quien tildó al “Divo de Juárez” de naco, súper gay y compositor de marras. No tardó mucho, y don Irving Berlín Villafaña, director de Cultura del ayuntamiento panista de Mérida, emitió en su cuenta personal de Facebook su mención personalizada sobre el artista caído: “No voy a poner nada de Juanga, me da como hueva. Lo siento”. A los dos funcionarios les costó el puesto. Del tal Alvarado no me consta, en lo particular, su chamba en la UNAM, pero en caliente se notaba que era un “divo”, intolerante y represivo, además con una carita de “saltapatrás” que no podía con ella. Y de don Irving, pues se le conoció su chamba desde las dos etapas de Ana Rosa Payán Cervera en la alcaldía de Mérida como vocero oficial. Un tipo profesional, pero en ese entonces, pésimo comunicador y entregado a los intereses de su periódico de cabecera donde, además, escribía eventualmente.

Ahora bien, las salidas de Alvarado y, en lo particular, de Berlín, son demasiado rígidas, al parecer dictadas desde las famosas redes sociales. De Alvarado, quién sabe, pero del ex funcionario de la comuna la salida obedece, según dicen las malas lenguas, a cuestiones más políticas que a un simple, por muy controversial que sea, comentario en redes sociales. Al final, ¿dónde queda la libertad de expresión? Ahora bien, como altos ejecutivos públicos, ambos debieron recurrir un poco a la vieja usanza política: ser hipócritas. Nadie les hubiera reprochado nada y en cambio seguirían en sus cargos ganando muy buenos salarios. Los dos pecaron de “penitentes” políticos, ¿o no, don Irving?

De Donald Trump y Enrique Peña, pues ya todo está dicho. Si el autor intelectual de esa reunión fue Luis Videgaray, el titular de los billetes hacendarios del país, pues está muy claro lo que el sujeto quería: que el millonario, si logra alcanzar la Presidencia gringa, presione para que Peña Nieto ponga de candidato priísta al mexiquense. O sea, Don Quique tiene a un embustero en sus filas y no se ha dado cuenta o finge demencia. Sobre el diálogo dizque improvisado con la chaviza, mejor ni discutir. Más arreglado que las reuniones secretas de Miguel Angel Osorio Chong con los “flojesores” de la CNTE, no pudo ser.

Como diría mi admirado Juan Gabriel (y lo confieso, nunca he comprado un disco de él, pero las rockolas en los bares me enseñaron a disfrutar sus rolas): “Pero qué necesidad…”.

Amiguitas y amiguitos, ya saben: sugerencias para que se forme en redes sociales el club de los huevones (presidente y secretario general, ya saben quiénes), enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

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