“¡Sí a la vida!”

Tenemos que entender que la vida nos sonríe y nos complace a veces, y otras nos frustra y nos hace llorar.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

“La vida es más grande que uno mismo” es una buena frase para exclamar cuando nos despertemos y entender que el momento actual no es el mejor, pero es el único con el que contamos y podemos usarlo en forma positiva para ser felices.

Tenemos que entender que la vida nos sonríe y nos complace a veces, y otras nos frustra y nos hace llorar. Ambas cosas son correctas aunque cuesta determinar si la vida cuida mejor de nosotros cuando nos complace o cuando nos despedaza. Nunca se sabe si avanzamos en los momentos felices o en los de frustración, cuando ganamos o perdemos. Tenemos que mantener la confianza en Dios a pesar de las inclemencias de la vida.

Con el tiempo uno aprende que la felicidad es una ecuación de dos factores complementarios. El primero, arriesgarnos con todas nuestras fuerzas en la dirección de lo que nos mueve y nos conmueve. El segundo, sintonizar con los propósitos de la vida aunque no encajen en nuestros anhelos, y permitir que nos lleve en sus brazos.

En la vida, los más felices son los navegantes que ponen buena cara al mal tiempo y saben construir vida sobre la contrariedad. Los más desgraciados se aferran a la contrariedad para justificar que viven menos. Los más felices son los que dan “un sí a la vida”. En realidad si hubiera que reducir en una sola frase el ser felices, esta podría resumirse en un inquebrantable “¡sí a la vida!”.

Ante cada dificultad, desgracia o pena podemos preguntarnos por qué decimos no a la vida. Decir no, es un intento legítimo de escapar del dolor, la culpa, la vergüenza y de la indignidad, pero tenemos que entender que escapar nos envuelve en grandes sombras, que a la larga nos llevarán a la depresión, a la tristeza y a la frustración.

Podemos, si queremos, aplicar en nuestra vida lo que decía San Agustín: “La felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida te trae, y en soltar con la misma alegría lo que la vida te quita”.

La vida se encuentra en el futuro. Pregúntate donde vivirás el resto de tu vida. La respuesta certera es el futuro. Es obvio que el pasado nos sostiene, pero la buena vida se haya en el futuro, el futuro nos convoca cada día a hacer cambios para ser mejores.

El presente es tan fugaz para la mente, que sólo aprovechará mirando hacia delante. Nunca uses el pasado como excusa para detener tu vida. Nunca digas “mis heridas son tan grandes que ya no me quedan fuerzas”. Acertados son los versos de Mario Bennedeti cuando dice: “No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo”.

Tenemos que ser reales y verdaderos, no alguien fabricado para impresionar al mundo. Hay que aprender a escuchar a nuestro cuerpo y a nuestra mente. Eso nos dará discernimiento en saber qué es lo que tenemos que hacer irremediablemente.

Como escribió el filósofo Bertrand Russell: “Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amar, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento humano”. Y concluye: “Esta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivir, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciera otra oportunidad”.

Hoy la vida nos está cuestionando: ¿Dar un no?, ser pesimista, derrotista y frustrado o ¿dar un sí?, ser optimista, triunfador y feliz. Sólo tú tienes la respuesta.

Lo más leído

skeleton





skeleton