Sin celular
No me imagino la vida sin celular, incluso me resulta difícil pensar que exista alguna persona adulta que no traiga uno en estos tiempos...
Es gracioso que esta columna la escribo con dificultad en el celular por el tamaño de las letras y por la falta de mi computadora que dejé olvidada en casa.
No me imagino la vida sin celular, incluso me resulta difícil pensar que exista alguna persona adulta que no traiga uno en estos tiempos, pero para muchos ya es una horrible molestia que debería eliminarse, como me decía un amigo harto.
Y es que, si bien ahora uno puede traer incluidos en el dispositivo: reloj, reproductor de música, despertador, cámara fotográfica, grabadora, etc. (porque hay un mundo de aplicaciones), el problema es el tiempo que posiblemente le estamos dedicando al celular.
Aunque sé que ya se ha hablado mucho del tema, la realidad es que la adicción a los aparatos aparece constantemente en encuestas de adicciones en varias partes del mundo, sin olvidar los daños colaterales que causa, como trastornos del sueño, pérdida de la vista y auditiva (a largo plazo), entre otros.
Pero si uno es joven nada de eso le preocupa, el teléfono celular se ha convertido en parte de la nueva cultura. Se usa para socializar e incluso da estatus, dependiendo de la marca y modelo de tu dispositivo. Los jóvenes los entienden mejor que nosotros.
Los creadores de los aparatos cada vez los hacen más atractivos y con más cosas para atraer nuestra atención y convencernos de que los necesitamos en la vida. “En el futuro los teléfonos se van a convertir también en drones”, me dijo otro amigo.
He visto en pocos años cómo han avanzado y también veo la cantidad de “memes” que reflejan cómo estamos viviendo en estos días con los celulares como centros de nuestra vida. Personas comiendo en restaurantes en familia, pero cada quien mirando la pantalla de sus aparatos. “Son el nuevo medio de control”, acusan.
Es medio loco, pero hemos visto cómo pasaron de pantallas con letras en negro a pantallas con imagen HD. La comunicación se ha revolucionado, escuchamos por ahí, pero sí creo que estamos acercando a los que están lejos de nosotros y alejando a los que están cerca.
“Deben desaparecer”, me dijo mi amigo, pero no soy un radical y debemos utilizarlos en la medida necesaria. Cuando estamos solos, sirven para hacernos compañía.