Sobre la identidad yucateca (IV)

Yucatán es un Estado donde parece que no ocurre nada, lo cual es esgrimido por las autoridades para promover el turismo...

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La sociedad yucateca históricamente se ha caracterizado como conservadora, enarbolando la bandera de los valores y las costumbres del buen decir y del buen hacer, presumiendo de ser el último bastión de la república donde permanecen impolutas la nobleza y la amabilidad, lejos de la degradación social y la violencia que permea al resto del país, aunque ésta sea una reverenda mentira.

Yucatán es un Estado donde parece que no ocurre nada, lo cual es esgrimido por las autoridades para promover el turismo, ignorando que algo que identifica a los yucatecos es la violencia psicológica, como la discriminación (según cifras de la Codhey), que se manifiesta como desprecio por condiciones sociales tales como ser pobre, de origen maya, preferencia sexual, la forma de vestir e, incluso, el color de piel, la estatura y los rasgos faciales. 

No es casualidad que también seamos el 2o lugar en cuanto a suicidios, sólo debajo del D.F. (cuya población es considerablemente mayor), consecuencia directa del clima de violencia que predomina, pero esto jamás se verá en los comerciales de Sefotur ni en los videos de Chaya-né…

Otro aspecto que nos caracteriza es la sublimación sexual, pues aunque se nos identifica con la “mochería” religiosa y moral, es bien sabido que la prostitución tanto masculina como femenina al menos tiene medio siglo encubierta, ya que somos dados a esconder dichas actividades detrás de las puertas del hogar, a diferencia de otros sitios del país donde estas prácticas son más liberales. 

Lo mismo ocurre con la homosexualidad que se lleva de manera “discreta” para no perturbar las buenas conciencias que cierran los ojos ante el hecho de que somos 2o lugar nacional en casos de VIH/sida. 

Cuando digo que es bien sabido, me refiero a otro aspecto: el chisme de albarrada es el deporte estatal por excelencia, ya que, habiendo pocas cosas por hacer, sobra tiempo para cultivar el cuchicheo, donde ningún vecino, ciudadano o noticia local queda sin maledicencia de por medio, principal vehículo para que todo mundo se entere, juzgue y condene a la persona de al lado.

El ritmo de vida en nuestra ínsula cultural permite que tengamos amplio tiempo libre, lo cual ha derivado en que seamos 1er lugar nacional en alcoholismo (según el Cenavece), todo salpicado con altos índices de drogadicción, lo cual da cuenta de que en Yucatán no todo es lo que parece. 

Como vemos, nuestra identidad como la concebimos no es tal, al ser expertos en enmascarar todo lo que nos desagrada, lo que se trasluce en una falsa percepción de lo que representa la “yucateneidad”, pródiga en falsear la ilusión de que aquí no pasa nada, dispensando escarnio y culpas hacia lo “foráneo”, cuando no hay otro culpable que nosotros mismos, escudados y ciegos ante nuestra verdadera identidad.

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