Sobre Juan García Ponce

Resulta inexplicable que el escritor, maestro de la narrativa y de la prosa, permanezca en su propia tierra perdido en el cuasi-anonimato.

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Buenos días, ¿esta es la librería Educal Juan García Ponce?”, pregunté al encargado. “Sí, así es, ¿en qué podemos ayudarle?”. “Ando buscando libros del mismo autor”. “Lo sentimos, no contamos con ninguno en existencia”, me respondió amablemente. Por dentro yo sólo alcancé  a exclamar: “Estamos en Mérida, Yucatán, ¿y no hay libros de Juan García Ponce en la librería  que lleva su nombre? ¡Inaudito!

Si usted caro lector cree que el diálogo anterior es una más de mis ficciones se equivoca. Esto  aconteció tal cual lo consigno en este espacio, pues resulta que el que a mi gusto ha sido el mejor escritor yucateco del siglo XX es prácticamente desconocido en estas tierras y sus libros resultan inconseguibles aun peinando las distintas librerías de la ciudad. 

Para mí resulta inexplicable que el escritor, maestro de la narrativa y de la prosa, que escribiera algunas de las mejor logradas novelas, novelas breves y magníficos cuentos y ensayos, permanezca en su propia tierra perdido en el cuasi-anonimato. Tenemos el Premio Nacional de Novela Corta que lleva su nombre y convocado en las bienales de literatura del ICY (hoy Sedeculta). 

Pero más allá de  esto, ¿qué se hace en Yucatán para mantener vivas las letras  de uno de sus hijos pródigos?

Tal vez lo que pasa con García Ponce es que lo persigue el estigma del yucateco que salió  del terruño y se hizo en la capital, triunfo que los peninsulares somos dados a resentir con cualquiera. Tal vez son sus apellidos propios de la casta divina lo que nos hiere en el orgullo (¿el Paseo de Montejo y sus insignes estatuas? Bien, gracias). 

O simplemente lo que pasa es que no lo conocemos, no lo hemos leído a cabalidad, la mención de su nombre queda en lo abstracto sin referirnos a nada, y en el mejor de los casos, lo asociamos con Fernando, su hermano pintor que tiene sala permanente en el Museo Macay como merecido homenaje por parte de su hermano Carlos.

Pero ¿y Juan? Finalizo estas líneas proponiendo a los funcionarios de literatura del Gobierno del Estado y del Ayuntamiento de Mérida que éste 2013 que se cumplen 10 años de su fallecimiento se haga algo para recordarlo. 

Tal vez un congreso, lecturas y mesas redondas sean pertinentes, pero deben hacerse actividades conmemorativas para no olvidar a uno de los nuestros, so pena de pasar vergüenzas como las que arriba describo.

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