Sobre la “Noche Blanca”

A nivel de asistencia, derrama cultural y económica fue un éxito, pero hubo algunas críticas en cuanto a ciertos aspectos del evento y su concepción.

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De entrada, en un ejercicio de honestidad periodística, debo decir que no pude estar presente durante la reciente “Noche Blanca”, pues por motivos laborales tuve que viajar fuera del terruño primordial.  Esta velada, orquestada por el Ayuntamiento de Mérida a través de la Dirección de Cultura a su cargo, consistió en toda una noche llena de actividades culturales, populares y folclóricas, pues hubo un poco de todo y para todos, lo cual fue su mayor acierto, sin mencionar la publicitada exposición de Rembrandt titulada “Lo humano y lo divino” que, a mi entender, fue la cereza del pastel.

Sondeando con amigos y conocidos que fueron tanto espectadores como organizadores, pude darme una idea del panorama general de lo que aconteció esa noche, y si bien todos coincidieron en que a nivel de asistencia, derrama cultural y económica fue un éxito, también hubo algunas críticas en cuanto a ciertos aspectos del evento y su concepción.

Ya sabemos que la idea de la “Noche Blanca” fue emulada a partir de actividades similares en Europa. En el caso mexicano, en el D.F. existe la llamada “Noche de museos”, evento similar que se realiza el último miércoles de cada mes y en el que los museos tienen entrada libre, visitas guiadas y permanecen abiertos hasta tarde. Hasta aquí la propuesta de hacerlo en Mérida me parece excelente y muy loable, pues comienzan los visos de cambio cultural para salir del marasmo de consumo artístico ya conocido.

Si bien se habló de algunos bemoles como la falta de organización, coordinación y difusión de los eventos en cartelera más allá de los principales (ya sabemos que el área de prensa encabezada por el fotógrafo Javier Corona es un desastre), conviene pensar en la “Noche Blanca” como un proyecto perfectible y que podría servir como puntal para sostener y detonar un cambio radical –pero necesario– en la dinámica del centro histórico de Mérida.

Cuestión que resulta por demás pertinente dadas las exigencias de aumentar las tarifas del transporte público, mismo que de una vez por todas debe ser retirado del primer cuadro de la ciudad, para convertir nuestro centro y su plaza grande en un andador turístico, cuyas calles peatonales se encuentren atestadas de oferta cultural, actividades artísticas y recreativas, galerías, restaurantes y bares que poco a poco han inyectado de vida nocturna el centro y cuya derrama económica y potencial comercial apenas comenzamos a vislumbrar. A esto me referiré en próxima columna.

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