Sólo un soplidito

Lo importante es que las autoridades municipales o estatales realicen algún tipo de censo para registrar las viviendas en mal estado que pueden ser un peligro para la sociedad.

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La madre naturaleza es, además de sabia, muy cabresta. Cuando se forman las famosas tormentas tropicales y arremeten con vientos estilo huracán, más las lluvias torrenciales, siempre suele suceder algo y, por lo general, nada agradable.

Por ejemplo, el martes el dios Chaac soltó gran parte de su furia y bañó casi todos los rincones de Yucatán, aunque concentró su fluido en Mérida. Además de los árboles y postes caídos, las calles inundadas, los carros ahogados, viviendas encharcadas y algunos cortes de energía eléctrica, hace tiempo que no se registraba el derrumbe de una casa.

Sí, en efecto, una vetusta casona que se localiza en la calle 65, enfrente de otro recinto histórico, la Casa del Pueblo, sede oficial de los priistas estatales, no soportó la andanada de la naturaleza y se vino para abajo con la fortuna de que no había persona caminando en dicho tramo.

Al momento de conocer esta desdicha, no faltó quien pensara que se había derrumbado un cascajo de casa, siempre localizada en la calle 65 pero con 44, en la merita esquina también, y que desde hace años está por derrumbarse. La sorpresa es que el aguacero cayó y el viento sopló y sopló, al estilo del lobito feroz con las casas de los tres chanchitos, pero esos viejos ladrillos soportaron.

No sucedió así con la antigua residencia de calles más adelante. Sin embargo, no se trata de lamentar exclusivamente el derrumbe de casas con determinada antigüedad y abandonadas. No, el asunto no va sólo por ese rumbo. Con la presencia de lluvias y el tradicional mal tiempo que ojalá no derive en algún ciclón o, peor aún, un huracán aunque sea de categoría infantil, lo importante es que las autoridades municipales o estatales, la primera que levante la mano, realice algún tipo de censo para registrar las viviendas en mal estado que pueden ser un peligro para la sociedad.

Es urgente concretar un expediente que contenga las características de las viviendas, dónde están ubicadas, el riesgo que representan para los ciudadanos y, sobre todo, la responsabilidad de los dueños o ex propietarios que las dejaron abandonadas, como si fueran noviecitas de pueblo.

No es posible que dichas casas estén como perritas sin dueño y que sus originales propietarios, por vivillos, no gasten de sus bolsillos para arreglarlas o desaparecerlas. Esperan que, por lo general, alguna autoridad se encargue de hacerlo. De todas maneras, otro obstáculo se llama Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuyos jefes se empecinan en defender casonas que ya están en la total ruindad, pero que tampoco autorizan arreglos, ventas o derrumbes. Son burocratismos estúpidos.

PRIMERA CAIDA.- No tentar a la madre naturaleza. Está demostrado que con sólo un soplidito la potencial catástrofe está vigente.

SEGUNDA CAIDA.- Las autoridades están metidas en sus constantes grillas políticas, que si el PAN denuncia al PRI, y el tricolor se burla del panucho. Mejor que miren la seguridad social.

TERCERA CAIDA.- ¿Cuántas wixadas de Chaac aguantarán las casonas a punto de caerse?

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