Strike three, ponche para López Obrador

La voz de López Obrador suele marcar límites. Ha servido en varias ocasiones para aplacar excesos.

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Es mala noticia para la política mexicana un tercer domingo deslucido en fila de Andrés Manuel López Obrador en su lucha contra la reforma energética.

Tercer domingo, si no se cuenta el 8 de septiembre, cuando reunió a sus huestes básicamente para anunciar que la batalla contra la “privatización del petróleo” estaba por comenzar. Siguieron una marcha sin sabor el domingo 22, un insípido mitin en avenida Juárez el domingo 6 de octubre y lo de ayer en un Zócalo sin caras nuevas y frases que se caen de viejas, no conectan para armar un rally. Fue un tercer strike. Un ponche que lo devuelve helado al dogout cuando los rivales vienen con el peso del orden al bate.

Mala noticia, porque en el México peñanietista, tan corto de voces recias, hace falta la de López Obrador. Por más que uno critique sus supersticiones y lugares comunes (“La reforma es una traición a la patria, un agravio y una canallada que desangra a México y no vamos a permitir”, “Es un traslado de la riqueza del pueblo y la nación a petroleras extranjeras”), es necesario que alguien se plante con firmeza opositora.

La voz de López Obrador suele marcar límites. Ha servido en varias ocasiones para aplacar excesos. Y eso, en un entorno amorcillado, seducido por los consensos casi a cualquier precio, tiene que ser saludable para el torrente circulatorio de la política.

Ojalá en su próximo turno comience a batear y a jugar con el talento de sus amados Cardenales de San Luis. Aunque nos calumnie. Porque una oposición de a de veras siempre es útil.

Una que sacuda y entusiasme otra vez a 16 millones de almas. 

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