Teatro mexicano en Alemania

El teatro mexicano se coloca con gran dignidad en los mejores teatros del mundo.

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Los intercambios con artistas de otros países construyen interesantes puentes de aprendizaje y coincidencia. ¿Cómo se concibe el teatro en otra parte del mundo? ¿Cómo recibe el público los discursos artísticos? Lo anterior viene a cuento porque este año México fue el invitado especial a la emisión número 32 del Festival Internacional de Teatro de Heidelberg. 

Con cuatro puestas en escena, charlas sobre  teatro y política y lecturas de obras mexicanas traducidas al alemán, se armó una variada programación para compartir un poco del enorme panorama teatral mexicano.

La migración, el narcotráfico, la violencia, la revolución, las costumbres, el temblor de 1985 y la vida en la Ciudad de México fueron los tópicos que compartimos. La respuesta del público fue variada; como lo es el teatro mexicano. No se puede hablar de un solo teatro mexicano, pues es precisamente la variedad del mismo la que lo identifica. 

La curadora fue Ilona Goyeneche, quien compartió sus criterios de selección y sus conocimientos sobre nuestro teatro. Pocas veces podemos hablar con los programadores y saber por qué se decidieron por tal obra u omitieron tal otra. Ilona es muy clara en sus criterios y señala lo complejo que fue decidirse: hay mucho y muy bueno. 

Coincido con ella, el teatro mexicano ya no puede contarse en puño, se ha extendido en franco contraste con la brusca reducción de presupuestos para la cultura. 

No deja de ser lamentable esta mutilación de presupuesto: el teatro mexicano se coloca con gran dignidad en los mejores teatros del mundo. ¿Por qué si el teatro eleva su nivel los presupuestos oficiales van a la baja? Quizá alguien ya es consciente del poderoso golpe de realidad que tiene la escena mexicana en estos tiempos y aquí o allá la violencia y los huérfanos del crimen organizado duelen por igual. 

Uno pensaría que la mancha de violencia que marca el país sigue quedando en casa, pero no es así, esta guerra  que subyace en México ha salido a través del arte  y puede conmover hasta aquellos que llevan en su memoria dolorosas historias de guerra y bombardeos. 

Personalmente aún empiezo a asimilar escuchar mi obra en otro idioma, escuchar la obra de un colega muy querido y con quien compartí salón de clase en los inicios de nuestra formación como dramaturgos. 

Fue inevitable: me conmoví muchas veces igual que lo hicieron los alemanes con nuestro teatro; fui testigo de ello y quizá por eso seguiré creyendo que Dios no va a salvarnos, el teatro sí.

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