Telarañas en el nido
El reino de los cielos se parece a la red que recoge toda clase de peces.
Sabia, la naturaleza dotó a las arañas de un prodigio: la capacidad de tejer redes de seda, con partes pegajosas para atrapar su alimento. El ser humano entendió la enseñanza y comenzó a tejer su propia red. Y después de la cacería, nació la pesca.
San Mateo, el evangelista, nos mostró su fondo filosófico con una bella parábola: El reino de los cielos se parece a la red que recoge toda clase de peces; el pescador debe diferenciar entre lo bueno y lo malo para colocar los peces que nos alimentan en una canasta y desechar al resto, lo malo.
No es una lucha entre lo moderno y lo antiguo sino la capacidad de distinguir lo bueno de lo malo. Nuestros hijos son modernos pescadores a quienes heredamos redes, las cuales deben ser un elemento de enriquecimiento, que nos eleven como personas y como sociedad.
Es innegable la importancia de las redes sociales. Pero pocos saben distinguir en ellas su alimento físico, intelectual y moral.
Vemos su resultado con hijos, vecinos y quienes están al alcance de la mano: en vez de aprovechar su capacidad de enseñanza, pierden en ellas tiempo, buenas calificaciones, la concentración en el empleo, el amor, las amistades.
“Facebook es pasado. Twitter es el presente. Estar desempleados o reprobados es el futuro”, sintetiza el reto. Los jóvenes nos alertan: “Te acuestas tarde y te levantas más tarde”. “Antes daba miedo que alguien nos siguiera y hoy alegra que nos sigan extraños”. “Tengo más seguidores que amigos en la vida real”. “Ahora amo estar solo, encerrado, con mi computadora”.
Mi reflexión de este nido: ¿Estamos dotando realmente de un bienestar digital a la sociedad o simplemente regalando computadoras que ahondarán nuestra crisis?