Tila: Maravilla selvática

La tarde que despide nubes de humedad, nos invita a penetrar el ambiente de estas tierras...

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La tarde que despide nubes de humedad, nos invita a penetrar el ambiente de estas tierras, que por todas partes accede a la selva chiapaneca, donde lo verde salpica por todas partes. Y en las alturas, los cielos atentos a despedir cualquier chubasco que implique lluvia. Es Tila, la comunidad indígena Chol que ha esperado por siglos el sonido del caracol como un aviso al retorno de Chixchubel, que les devuelva la fe en sus dioses ancestrales, que los retorne a la complacencia vivificante con la naturaleza.

Ellos saben que sus hermanos Balames, han sido exterminados por el hombre moderno, el mismo descendiente de sus opresores, aquellos que vinieron de tierras cercanas al Mediterráneo.

Ahora mismo Tila juega con un sol coqueto y tímido, por la brisa húmeda que a ratos escapa entre el vaivén de los árboles y el goteo pertinaz en el escurrimiento de las hojas. En los cerros, las cruces vigilantes son mensajes que avisan que estamos en tierras religiosas, en gobiernos clericales en hombres, que en su interior se creen astutos, supremos e indispensables y en el candor de los sueños practican misas de dudosa procedencia divina. Mientras la gente del pueblo reúne su fe sincera, entregada y leal a su santo popular y magnífico “Señor de Tila”. 

Sólo cuando interviene la autoridad del estado teológico y sus corifeos lo anuncian como si fuera una mercancía, un valor un elemento que le reditué dividendos en la tierra para seguir gozando  los placeres mundanos, es cuando la fe se troca en el interés material.

En la medida que avanzamos, la montaña colectiva de cerros tumultuosos y subsecuentes rodea al prodigio de esta hermosa villa. Tila, la de su propio dios, a la que acuden romerías humanas en busca de ayuda a sus padecimientos físicos, lograr finalizar una carrera universitaria o adquirir un automotor para trabajar. En este pueblo, a la vez, conviven muchos pueblos silenciosos que buscan arduamente interpretar la modernidad. Otros que tratan –quizá sin conseguirlo-  librarse del pesado fardo de la ignorancia. Y los hay  quienes solo aspiran por amanecer vivos  el nuevo día.

Mientras en las tardes el sol cae con aplomo por estas tierras, las noches plenilunares aprovechan el descenso del frío para acercarse tímidamente al calor hogareño, con el sabor humeante de un aromático café propio de la sabia cosecha que nos heredó Italia  en el siglo XVII. Es ahora mismo, Tila, el comienzo y retorno de una flora que con rapidez crece y una fauna donde los animales juegan a ser intensos, por no decir maravillosos, sublimes. 

Aquí el presbítero Pedro Lorenzo de la Nada se detuvo, hace ya 4 siglos, con la misión de fundar el suelo y erigir en la montaña más alta su propio templo, aquel que dimensionara la mirada al horizonte, no sin antes solicitar permiso a los aldeanos, pobladores originales y consanguíneos directos de los mayas. Por estas tierras comenzó el tráfico de mercancías rumbo al mar. Enormes recuas de mulas soportaron al lomo el traslado de oro, maderas preciosas y chicle que explotaron los conquistadores ibéricos para comerciar en las tierras de la vieja Europa. Tila, flor aromática del té que apacigua los nervios. Descripción indígena que significa “lugar de agua enlodada”, interpretando el lugar donde se amasó el barro para crear a sus ídolos en la veneración o el mismo en que se fundamento la creación humana en el contenido bíblico. Gracias por arroparnos este fin de semana.

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