Tláloc, dios de la lluvia

Para que Tláloc enviase a los hombres las aguas propicias, éstos debían de realizar los rituales correspondientes durante el mes Atemoztli...

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La especialista Adela Fernández publicó en su libro “Dioses prehispánicos de México, mitos y deidades del panteón náhuatl” una reseña sobre el origen y atributos de Tláloc, uno de los dioses más importantes del México prehispánico. Los tezcatlipocas, después de crear al mundo, configuraron una cosmovisión particular en cuanto al tema del agua. Crearon a Tláloc y a su consorte Chalchiuhtlicue, dioses del elemento acuático. Esto sucedió en forma similar en otros pueblos agrícolas.

De acuerdo con la mitología de los aztecas, Tláloc, el dios de la lluvia, habitaba en su paraíso, el Tlalocan, ubicado en el inframundo, que está en las entrañas de la tierra. Sin embargo, como otras deidades, podía estar en varios sitios a la vez. Por eso se dice que también estaba presente en el primer cielo, Ilhuicatl Meztli, espacio propio de la Luna; desde allí activaba las nubes para que llueva. Finalmente, también se encontraba  en el octavo cielo, región “donde crujen los cuchillos de obsidiana”, que debe entenderse como el lugar donde se originan las tempestades. 

Para que Tláloc enviase a los hombres las aguas propicias, éstos debían de realizar los rituales correspondientes durante el mes Atemoztli del calendario prehispánico  y que significa “descenso de las aguas”.

Los aztecas, para referirse a este mes, pintaron a Tláloc con el rayo en una mano y dos mazorcas de maíz en la otra, precipitándose hacia la tierra desde lo alto de un templo que simboliza los cerros.

Muchos de los hombres, durante este mes, a manera de sacrificio personal, se punzaban los lóbulos de las orejas, la lengua y los muslos con puntas de maguey. Estos actos también se orientaban a propiciar las lluvias adecuadas y las buenas cosechas.

A Tláloc también se le puede ver representado como un hombre apuesto, cuyo pelo largo le cae por la espalda. Se le agrega en la mano izquierda un escudo, adornado con plumas rojas, azules, verdes y amarillas. En la diestra se le coloca una lámina de oro, aguda y ondulante, que representa al rayo, mismo que se asocia a las tempestades.

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