Todos somos (algo) mayas
La ONU informa que las poblaciones indígenas se llaman también “primeros pueblos”, pueblos tribales y autóctonos.
El 9 de agosto se conmemoró el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas, establecida el 23 de diciembre de 1994 por resolución A/RES/49/214 de la ONU “con miras a fortalecer la cooperación internacional para la solución de los problemas a que se enfrentan las comunidades indígenas en esferas como derechos humanos, medio ambiente, desarrollo, educación y salud”.
La ONU informa que las poblaciones indígenas se llaman también “primeros pueblos”, pueblos tribales y autóctonos. Hay por lo menos 5,000 grupos indígenas compuestos de unos 370 millones de personas que viven en más de 70 países y hablan la inmensa mayoría de los 7,000 idiomas que hay en el mundo.
Excluidos, dice también, de los procesos de toma de decisiones, muchos han sido marginados, explotados, asimilados por la fuerza y sometidos a represión, tortura y asesinato cuando levantan la voz en defensa de sus derechos. Por miedo a la persecución, a menudo se convierten en refugiados, y tienen que ocultar su identidad y abandonar su idioma y sus costumbres tradicionales.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó el 29 de junio de 2006 la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas y recomendó su aprobación por la Asamblea General, que así lo hizo el 13 de septiembre de 2007.
En Yucatán, con datos del INEGI (2010) hay 539,615 personas que caen dentro de la categoría de indígenas. De ellos, 537,618 son mayas; 1,059, choles; 558, tzeltales, y 340, mixes (en 1990 la población que se declaró indígena era de 715,342).
Los indígenas representan el 30.3% de la población.
¿A qué vienen estas cifras? Obedecen a la urgencia de dejar de ocuparse de los mayas como objetos de consumo turístico y prestarle más atención a su cultura ancestral hasta hoy conservada en muchos aspectos en su grandeza y reflejada en buena medida en una lengua estructurada y compleja, de riqueza poética extraordinaria y con una capacidad enorme de ser vehículo de ciencia –cosmogonía, hidráulica (ver Las aguadas de Uxmal, de José Huchim Herrera el domingo 7 en este periódico), arquitectura, religión, filosofía y astronomía-. A veces nos burlamos de la forma de hablar de los mayas, pero eso no es más que manifestación de ignorancia supina. Si conociéramos, para no ir más lejos, sus técnicas constructivas, de una sofisticación igual o mayor que la usada en las maravillas de la arquitectura gótica, los apreciaríamos más y, en consecuencia, los respetaríamos y dejaríamos de hacerlos objeto de escarnio y explotación.
Finalmente, en Yucatán, todos tenemos étnica o culturalmente algo de mayas.