#TodosSomosPu...
La habría imagen más hipócrita que la de la FIFA resguardando con celo semántico y lenguaje altisonante mientras somete a los países a una insana esclavitud.
Lo malo de las generalizaciones es que te ensartan a la malagueña en cualquier tendencia y ni te preguntan tu código postal, a la manera de una nueva versión involuntaria de la abajofirmancia. Y pues ni modo de ponértele al brinco a la masa solidaria que te incluye en sus luchas combativas. Así, todos hemos sido Marcos, Jacinta, macacos y mil cosas más. Lo curioso es que nunca haya salido algún movimiento que nos obligara a que todos fuéramos Catémoc Gutiérrez, o Fausto Vallejo o Fausto Falzati (esos dos Faustos son como Las dos Fridas, ¿no?), que tienen sus matraqueros.
Como sea, la aparición del hashtag #TodosSomosPutos gracias el esfuerzo de la FIFA por convertir los estadios en salas de macramé donde quede desterrado el muy mexicano grito de “¡Puto!” con calidad de exportación, es interesante. En particular porque coincide sospechosamente con la intentona panista (de la que no se quiere hacer cargo la nomenklatura panista), encabezada por el muy yunquista senator José María Martínez, que pretende acabar con los derechos de la comunidad gay defeña para devolverlos al gulag.
Algo que no ha merecido un comentario de don Miguel Mancera, que parece no darse cuenta que le están apedreando el rancho. Debe ser la sobredosis de yoga.
Pero de regreso al tema, gritar en banda “¡Puto!” en un estadio sería en efecto un acto homofóbico. Y la FIFA tendría razón. Pero como la FIFA no sabe nada de México más que lo estrictamente necesario para temas de saqueo, pues no la tiene. Sobre todo porque su intento de sostener un discurso de corrección política al censurar y amenazar esa expresión que ellos califican como impropia de un certamen mundialista tendría consecuencias catastróficas (o sea, ¿acaso van a sacar a México de la Concachampions?). Primero porque no habría una imagen más hipócrita que la de la FIFA resguardando con celo semántico y lenguaje altisonante mientras somete a los países a una insana esclavitud, a toda clase de ejercicios corruptores y a una lista interminable de árbitros vendidos.
La corrección política de tintes artificiales no es buena consejera. Para eliminar el “¡Puto!” hará falta algo más profundo que un decreto de Blatter. Digo, al rato en los estadios uno no podrá ni recordarle su 10 de mayo al árbitro que luego es lo único que divierte a la masa frente a un espectáculo balompédico regularmente triste.
Ya si se empecina, propongo cambiar el “¡Puto!” por un “¡Padrote Maciel!” a la FIFA, a ver si no le parece demasiado ofensivo.
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