¿Traficaba con los órganos o se los comía?
Para realizar un trasplante: hace falta un quirófano bien equipado, equipo de cirujanos expertos e infraestructura que no se puede montar en el monte.
Cada vez que sale a la luz un suceso criminal —como la historia de ese tal Manuel Plancarte que, cual ogro de un cuento de terror, robaba niños y hacía que les quitaran sus órganos— se escuchan infaltablemente las voces de quienes cuestionan los hechos hasta el punto de que quienes intentamos ser razonables y no dejarnos llevar por fantasías delirantes comenzamos a tener dudas y ya no sabemos siquiera qué pensar.
A ver: ¿a los pobres infantes les extraían sus hígados o sus riñones para celebrar espantosos rituales, algo así como misas negras, o para enviar los órganos de contrabando a otro país o para venderlos, aquí mismo, a pacientes tan desesperados como inescrupulosos? No es fácil, para empezar, realizar un trasplante: hace falta un quirófano extraordinariamente bien equipado, un equipo de cirujanos expertos y toda una infraestructura que no se puede montar así nada más, en un rincón perdido del territorio nacional.
Parece ser que hay, en efecto, una gran demanda de órganos en este país porque en México no tenemos una cultura de donadores y, además, no hemos establecido un sistema —con la muy complicada logística que implica— para que los pacientes reciban oportunamente el órgano que necesitan. No somos España, vamos. Pero, en este sentido, las declaraciones de Arturo Dib Kuri, el director general del Centro Nacional de Trasplantes, son muy sensatas: dice el hombre que es muy poco probable que exista aquí un tráfico ilegal de órganos porque, justamente, el tema es muy complejo desde el punto de vista meramente clínico. Sin embargo, el propio secretario de Seguridad Pública de Michoacán ha señalado que Plancarte participaba en una red de tráfico ilegal de órganos. ¿Lo podemos creer?
En cuanto a las ceremonias de iniciación donde los aspirantes y aprendices de sicarios debían comer corazones (crudos, me imagino), es bien posible que hayan tenido lugar. Llevo semanas escribiendo que una parte de México vive todavía como en las épocas más bárbaras de la humanidad: ocurren linchamientos, terroríficas masacres y estremecedoras atrocidades. Con el perdón de ustedes, faltaba el canibalismo en el menú.