Más allá de  los entrenamientos de velocidad, fuerza y potencia, las artes marciales entrenadas en forma seria y durante un cierto tiempo crea en el alumno una auténtica transformación en su persona.

La filosofía, la forma de ver la vida cambia. Los adeptos se vuelven más generosos, más receptivos, desarrollan la capacidad de controlar sus emociones, y en una situación difícil o de tensión elegirán estar contentos haciendo a un lado la ira o el rencor.

Además, se vuelven más conscientes de las necesidades de los demás, empiezan a ver el lado positivo de las personas, descubren la energía positiva aun en quienes se vean más agresivos y negativos.

Enojarse es como decirle a alguien, "te vas a morir mientras te tomas el veneno". Partiendo de esa base, se entiende como innecesario e inútil caer en el enojo. Esto significa el poder defender nuestras ideas con pasión, sin enfurecerse, lo cual denota al auténtico líder.

El artista marcial, por esencia es líder; no compite con nadie porque no lo necesita; sabe hacia dónde va y quién no necesariamente es el más fuerte de su grupo, pero sí el líder: un hombre o mujer que inspiran al cambio.

La transformación viene desde adentro, cuando la sonrisa es sincera, cuando la tristeza se convierte en pasado, cuando se mira de frente, y se actúa bajo la premisa de que el pasado ya se fue el futuro no llega, el hoy es un regalo por eso ese llama presente.

Un experto en artes marciales inspira respeto, no miedo, esa es una gran diferencia y demuestra un excelente crecimiento como persona, y el respeto se obtiene dándolo, cada palabra amable es una constante de sabiduría y poder interno.

Cita

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