-Te sienta bien el amor -me dijeron, pero el amor no me sienta bien, lo que me sienta bien son sus manos que me recorren de manera infinita entre sueños, lo que me sienta bien es su beso sobre mi cuello o su mirada errante sobre cada espacio de mi cuerpo.

 -Te sienta bien el amor -me dijeron, pero el amor no me sienta bien, el amor nunca me ha sentado bien, el amor me desgasta, me roba el tiempo, me deja en pausa, entre puntos suspensivos esperando por un milagro, por un deseo, por un momento, el amor me quita el sueño.

-Lo que me sienta bien -intenté hacerme explicar una vez más- es esa caída del sol atrapada en sus ojos, es ese atardecer, es ese amanecer, es el anochecer que sólo encuentro reflejado cuando le miro a él. Pero no, el amor no me sienta bien. 

-Es por el amor que hoy estoy aquí -dije en dos segundos más de vida prestada-, es por el amor que me empiezo a dejar llevar, mar adentro, muy adentro, es por el amor que… -intenté continuar, pero dejé que la calma de la noche tranquilizara por fin a mis demonios y me llevara con ellos, como consecuencia de ese primer beso, y me fui apagando, en un laberinto de silencio  donde al final fue evidente que el amor no me sentaba bien, lo que me sentaba bien era él.