Tres hechos aderezados con patrañas

Aunque cada caso contiene ingredientes precisos, concisos y macizos, los tres están siendo tergiversados con afirmaciones indemostrables.

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La nueva solicitud de la PGR para detener a Juan José El Abuelo Farías, la recaptura de Joaquín El Chapo Guzmán y las acusaciones de fraude contra Oceanografía son hechos que, más allá de su grado periodístico de interés o de su espectacularidad, desatan la insania y la superchería de quienes hacen de la patraña su modus vivendi.

Aunque cada caso contiene ingredientes precisos, concisos y macizos, los tres están siendo tergiversados con afirmaciones indemostrables.

En el caso de El Abuelo, capturado por el Ejército en 2009 y sentenciado a tres años por los delitos de portación ilegal de arma y posesión de droga (hachís), pero absuelto por delincuencia organizada, la autoría intelectual de la consignación presentada el reciente 20 de enero, también por delincuencia organizada más narcotráfico y lavado de dinero, se le quiere atribuir al alcalde de Tepalcatepec, Guillermo Valencia, como si este hombre desterrado bajo amenaza de muerte pudiera dirigir una averiguación previa de la PGR.

Con el de Oceanografía (MILENIO reveló la indagación de la Función Pública por exhibir fianzas menores a las comprometidas y hacer ajustes de contratos al alza con Pemex) se reactivó la insinuación de que se trata de la empresa “relacionada con los hijos de Marta Sahagún” (Jorge y Manuel Bribiesca, hermanos mayores de Fernando, el diputado por Nueva Alianza), los mismos contra quienes la Cámara de Diputados montó una comisión inquisitorial que durante más de tres años no pudo hallarles nada ilegal.

En lo que respecta a El Chapo Guzmán, ojalá solo se difundieran boberías como poner en duda su identidad (por una aparente diferencia de dos centímetros de estatura) o la pejeada de que “la mafia en el poder” quiso tender una “cortina de humo”.

Lo venenoso corrió a cargo del viperino arzobispo emérito de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, quien aprovechó el incidente para insistir en la perversidad de que Juan Jesús Posadas Ocampo fue víctima de un “crimen de Estado”: Guzmán Loera está vinculado al asesinato, afirmó con la impunidad que le caracteriza, “en cuanto a que querían hacer coincidir a las dos bandas, la de El Chapo y la de los Arellano Félix, en el momento en que la Policía Judicial Federal iba a ejecutar al cardenal, pero no coincidieron: unos llegaron antes y otros después. Vieron gente armada en el aeropuerto y se desaparecieron, unos en el avión a Tijuana y otros acá en tierra. De manera que (Guzmán Loera) está vinculado en que iba a participar en la cobertura, pero no participó. Ellos no fueron, los narcos no fueron…”.

El 24 de mayo de 2011 fueron sentenciados ocho de 13 pistoleros de los Arellano que intentaron asesinar (24 de mayo de 1993) a El Chapo, entre ellos el que descargó 14 balazos a Posadas a quien, por viajar en un Grand Marquis parecido, confundieron con el capo.

¿A cuántos criminales más quiere absolver Sandoval y, por qué no, santificarlos también como “mártires” y llevarlos a un altar como pretende con Posadas?

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