Triunvirato de la sinrazón

Quien desea que el país estalle, no tiene idea de lo que quiere para después...

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Dicen que la realidad supera a la ficción, pero hay algo más allá, elementos menos tangibles pero más visibles, y que encontraron en las redes sociales el caldo de cultivo apropiado para crecer: los deseos reprimidos, los objetivos cambiantes y la falta de certeza. 

Aunque pongamos en picota a las comunidades de internet, nos guste o no, reflejan el sentir de la sociedad, y al ojo crítico, revelan sus esperanzas, sueños e incluso, codicias más recónditas, que en público no puede expresar, pero que bajo el anonimato y libertad de la red social, sí puede dar rienda suelta a su crapulencia. La inseguridad y falta de confianza en las instituciones del gobierno, sacan a relucir la vena autoritaria de los mexicanos, quienes, posiblemente por nuestra historia de regímenes teocráticos, autocráticos y dictatoriales, parecieran añorar los tiempos de la “mano dura”  para resolver lo que la democracia participativa no ha podido solucionar. 

Es común toparse en Twitter, Facebook y YouTube, constantes exhortos a la renuncia de las autoridades, peticiones de cambios radicales o manotazos de poder, mismos que estos usuarios han reprobado antes, acusando al gobierno de no tomarlos en cuenta. Con esto, pasamos al siguiente escenario típico de la red social: el constante mudar de opiniones. 

El mejor ejemplo de esto es la detención del matrimonio Abarca, la llamada “pareja imperial” de Iguala, Guerrero. Un mes de movimientos sociales, “trend topics”, “hashtags” y compartidos en Facebook, pidiendo la captura del ex alcalde y su esposa, terminaron en la incredulidad ciudadana, pues ahora, en internet se cree que la aprehensión fue una farsa, que siempre supieron dónde estaban, y que de nada servirá que declare, pues “protegerá a sus jefes”: de la exigencia a la reprobación, y no han pasado ni tres días.

¿Cómo puede tomarse en serio a una sociedad tan incrédula y al mismo tiempo, exigente en desconfianza? Cierto, dice el dicho que “la mula no era arisca, los palos la hicieron”, pero aún con el refrán, la red social peca de escéptica y demandante sin certezas, creando así el tercer escenario: y después, ¿qué? Una vez que el deseo autócrata y la desconfianza se asientan, sus pregoneros defienden a capa y espada el escenario de la catástrofe como el único a seguir. Los usuarios radicales esperan con ansia ser los primeros en anunciar la “revolución que salió de internet”, sin embargo, la mediocridad de este movimiento se evidencia cuando se les cuestiona sobre las soluciones a los problemas que dicen querer resolver. Ahí, los “tweets” dejan de fluir.   

Quien desea que el país estalle, no tiene idea de lo que quiere para después. Ese es el producto del triunvirato ideológico en las redes sociales: exigir para recibir, y no ofrecer más que desencanto y radicalismo, mismo que los lleva al principio: pedir orden, pero sin pagar el precio por ello. 

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