De trova, jarana y ¿charrería?
Francamente comencé a preguntarme: ¿la charrería nos identifica?...
Hace pocos días el diputado Elías Lixa comentó en sus redes sociales lo siguiente: “Hoy en el Congreso, aprobamos el decreto por el que se declara a la trova yucateca, la jarana y la charrería como patrimonio cultural de nuestro Estado”. La declaración venía acompañada de fotos alusivas donde, como se imaginarán, aparecen trovadores y mestizas, los siempre manidos “yucatecan curious” para los turistas.
Las imágenes tenían a pie de foto la siguiente cita del poeta Fernando Espejo: “El orgullo de ser yucateco se impregna en la sangre con facilidad, sobre todo para cualquiera que tenga la capacidad de enamorarse de las cosas propias, de las cosas que nos hacen sentir que pertenecemos a esta tierra y poseemos características que nos dan personalidad propia en cualquier parte del mundo”. Es decir, a mí como yucateco esas prácticas me representan.
Pensamiento ante el cual no sólo enarqué una ceja, sino que francamente comencé a preguntarme: ¿la charrería nos identifica? Suponiendo que la respuesta fuera afirmativa –aunque más bien considero fue una costumbre importada del norte del país, así como la vestimenta y la música banda de los actuales “norteños” de Tizimín-, y ya que no soy un experto en estos menesteres, prefiero reflexionar al respecto de estas importantísimas decisiones legislativas, sin duda prioritarias para el bienestar del Estado.
Me parece ocioso e incluso inútil intentar preservar usos y costumbres del patrimonio intangible mediante iniciativas como ésta. No porque no tenga valor, sino porque la cultura es algo vivo y en constante transformación, a pesar de que las instituciones gubernamentales nos la quieran vender como un ente fijo e inamovible, como las piedras que los turistas abrazan cada solsticio de primavera. Luego entonces, ¿a quién benefician estos decretos? ¿Hacia quién van orientados? ¿Será una herramienta más para bajar recursos que contribuyan a fosilizar una vez más la cultura yucateca?
Tomemos como ejemplo la trova, género musical estancado desde mediados del siglo pasado, que la necesidad de unos dólares mantiene vigente, lo mismo que la jarana, cuyos ballets folclóricos la practican porque está en la nómina como un espectáculo más para los extranjeros. Usted, ¿escucha trova? ¿Baila jarana? ¿Su hija es escaramuza y su hijo monta a caballo? Suponiendo que así sea, ¿no le llama la atención que se legisle como patrimonio cultural exclusivamente lo mestizo? ¿Y los henequenes? Lo maya se encuentra fuera de toda discusión. El maya no figura ni siquiera como segunda lengua oficial. De lo yucateco contemporáneo mejor ni hablamos, no figura en la agenda de los anquilosados cronistas de la ciudad. Pero ese paso de la muerte lo daré en mi próxima entrega, entre tanto, seguimos a trote...