Tú desapareces, él desaparece, nosotros desaparecemos…

El gobierno de Morelos dice que no sabe si desaparecieron siete personas en Morelos y, por lo tanto, no hace demasiado. Los otros estados vecinos, menos. No es normal.

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No es normal. Lo escribo para convencerme. 
En un par de días se cumplirán dos meses desde que una docena de jóvenes desapareció. Así. No se sabe nada de ellos. No se sabe tampoco quién pudo hacerlos desaparecer. En la ciudad de las 15 mil cámaras que nos observan y los 93 mil policías que nos protegen, a unas cuadras del Ángel 12 jóvenes se esfumaron y 60 días después no sabemos absolutamente nada. Las autoridades del Distrito Federal, por cierto, ya no quieren ni hablar del tema.

Ayer se cumplió un año de que tres jóvenes de la Ciudad de México desaparecieron una noche en un hotel ubicado a unos metros del Palacio Municipal de Paracho, en Michoacán. Toño, Ana y Kike fueron contratados por el gobierno municipal para dar cursos a niños de cómo hacer globos de Cantoya. Según la más verosímil de las versiones, una noche los jóvenes fueron a tomar algo a un bar, alguien los siguió al hotel y de sus habitaciones los sacaron por la fuerza. Sus familiares tardaron semanas para que alguien se interesara en el caso. Hace unos meses, ante el caos del gobierno municipal y del estado, la PGR atrajo el caso.

Entre el 6 y 7 de julio desaparecieron entre Morelos, Puebla y el Estado de México Griselda Sotelo, Michel Olguín, José Aguilar, Mónica Benítez, Adriana Méndez, Óscar Yonathan Olguín y Luis Antonio Valadez. Siete capitalinos que supuestamente viajaron a Oaxtepec para quedarse el fin de semana en una casa que les ofrecía en venta María Perla Rosalía Recillas Camacho, a la que conocían desde hacía 13 años. La historia es muy complicada —incluye la aparición de unos menores de edad un día después dentro de un coche en el estado de Puebla—. El relato ha levantado cualquier cantidad de suspicacias y rumores, pero que siete personas desaparecieron ese fin de semana, desaparecieron.

El gobierno de Morelos dice que no sabe si desaparecieron en Morelos y, por lo tanto, no hace demasiado. Los otros estados vecinos, menos. No es normal. 

Ni que suceda, ni la inutilidad de las autoridades, ni la frecuencia con la que suceden, ni lo extraño de las historias. No es normal. No nos acostumbremos. 

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