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A dos semanas del triunfo de Donald Trump, ahora resulta que no es muy grave la cosa...

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A dos semanas del triunfo de Donald Trump,  ahora resulta que no es muy grave la cosa: que el globalifóbico no es tan globalifóbico, que el racista no es tan racista y que el  misógino no es tan misógino; en síntesis, que el impresentable no es tan impresentable. Lo que me hace pensar que o bien la diferencia entre él y Hillary Clinton fue sobredimensionada o que nos están aplicando el protocolo que se utiliza para que podamos aceptar lo inevitable.

Ahí están las declaraciones del inefable gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, que habiendo abandonando sus metáforas de salud a favor de las meteorológicas había pronosticado que el republicano, por el daño capaz de causarle a nuestra economía, equivalía a un huracán categoría 5, ahora lo ha degradado casi a tormenta tropical. Claro, debe cuidar sus expresiones sobre las autoridades electas.

O del presidente Barack Obama, quien, en su gira de despedida ante sus socios europeos, a la vez que les pidió paciencia para que puedan trabajar con el magnate, explicándoles su dificultad para pasar del “modo” campaña al “modo” gobierno, le exigió al neoyorquino seriedad y responsabilidad con sus aliados históricos, preocupados tanto por las repercusiones que su campaña xenófoba pudiera ocasionar en sus respectivos países como  por los asuntos geoestratégicos: su apoyo a la OTAN y al combate al Estado Islámico. La canciller Angela Merkel advirtió, sin embargo, que de ser necesario se las arreglarían sin el norteamericano.

Pero es el propio Trump quien, en su primera entrevista, ya electo, ha dado pruebas de la disminución de su ímpetu punitivo al reducir su meta de deportación de “ilegales” de los más de 11 millones originales a tan sólo 2 ó 3 millones, con antecedentes penales, aunque sigue manejando de manera irresponsable las cifras. Tal vez por ello y siguiendo su línea de razonamiento, la prudente Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana le ha enmendado la plana al republicano, explicando que el probable número de personas que Norteamérica podría deportar a nuestro país es menor que las 800 mil personas.

Como ello corresponde al promedio anual de deportados por Obama, el mensaje no puede ser más tranquilizador… y claro: no ha pasado nada.

Sólo Michelle, la primera dama, sostiene una posición digna y firme contra la normalización del racismo y la aceptación de la discriminación como algo correcto y que hizo salir a los blancos del closet, postura que comparten los jóvenes estudiantes, los universitarios y la gente que lo sufre y que no cesan de manifestarse contra Trump.

Porque se ve que la supuesta atemperación del discurso de Trump resulta negada en los hechos por la conformación de su gabinete, integrado por halcones y supremacistas.

Tienen el poder y quieren hacer todo lo que la sociedad norteamericana e internacional les permita.

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