Un amor como pocos
Breve y eterno, el amor verdadero es tan sólo el primero y los demás son sólo para olvidar.
Él se inspiró en mí, tal y como lo hizo Vladimir Nabokov -confesó y sonrió, con esa sonrisa infantil y perversa imposible de descifrar, dándole un sorbo a la taza de té.
Le permitió habitarla un par de veces, y todos sus atajos le llevaron al mismo lugar. Fue un amor como pocos, breve y eterno. Hizo una pausa, mirando la humeante taza, dejando que los recuerdos se materializaran en una lágrima que a su paso fue dejando un rastro negro sobre una de sus mejillas.
Contra la ventana, allá a lo lejos, el sol de la tarde le daba la apariencia de ser la nostalgia en persona. Fue un amor como muy pocos, repitió sonriendo, de los cortos que duran para siempre porque deciden quedarse en tu corazón, pero desaparecen de tu vida.
Levantó la mirada inexpresiva pero llena de palabras. Fue un amor como pocos, repitió como mantra sin mover los labios y sonrió, para él y para ella misma.
-¿Cómo dice la canción? -preguntó repitiendo en voz baja “el amor verdadero es tan sólo el primero y los demás son sólo para olvidar”, y sonrió antes de tomar otro sorbo.
Fue un amor como pocos, sin duda fue su único amor.