Un domingo de sueño

La mayoría de los mexicanos se han debatido entre el voto por el panismo torpe y el lopezobradorismo fascistoide e ignorante.

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Hay días en que es posible darse un respiro y un tiempo para pensar cómo queremos que sean las cosas para nuestra familia, nuestra comunidad y nuestro país.
 
En México, por desgracia, tenemos mucho que desear en todas esas esferas de aspiraciones y deseos colectivos. Somos los mexicanos víctimas de malos gobiernos priistas, panistas y perredistas.
 
Ningún partido tiene la exclusividad de la desgracia nacional. El panismo defraudó las aspiraciones democráticas cuando con el lamentable e impresentable presidente Vicente Fox traicionó las esperanzas que teníamos puestas en la alternancia e hizo del nuevo gobierno una caricatura de lo que hubiéramos querido como la transición mexicana.
 
Padecimos 70 años de claroscuros priistas y, al final, en el hartazgo, la mayoría de los mexicanos se han debatido entre el voto por el panismo torpe y el lopezobradorismo fascistoide e ignorante.
 
Y en esas estamos, a grado tal, que no aguantamos 12 años, dos sexenios de panismo, y regresamos, huyendo, y con tres millones de votos de ventaja, al seno del priismo en la Presidencia con la cara batida de un rubor vergonzante.
 
A pesar de todo eso, se vale soñar y decir qué país queremos para nosotros y nuestros hijos. Un México en que los niños vayan a la escuela y sus maestros sean excelentes y los conduzcan por la senda del conocimiento, la creatividad y el éxito.
 
Un país donde hasta en la comunidad más remota impere la ley y no exista el pretexto de la distancia para que no haya seguridad, democracia e igualdad; en el cual no haya pretextos como la criminalidad o los usos y costumbres para que hombres y mujeres sean iguales.
 
Una República en la cual la voluntad popular no sea utilizada como pretexto para mantener la impunidad y el desorden, como ocurre en casos como en el caso de los parquímetros que en delegaciones como Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo en la Ciudad de México, que son rechazados por quienes pretenden que la vida pública siga siendo un muladar en el que solo flotan los más gandallas y abusivos.
 
Soñamos con un país en el cual hasta las banquetas estén derechas, donde el transporte público funcione, los servicios médicos no sean la antesala de la muerte y en el cual haya trabajo digno y remunerado para todos.
 
México necesita una nueva definición. Hoy estamos refugiados en un gobierno priista desdibujado ideológicamente que brilla como faro ante una derecha destruida como la que dejó Felipe Calderón, convertida en un PAN decadente e incapaz de competir electoralmente, y un perredismo que se debate entre construir una izquierda moderna y seguir colgado del populismo protofascista de Andrés Manuel López Obrador.
 
Al final seguiremos soñando con un país mucho mejor que el que nos ofrecen PRI, PAN y PRD.

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