Los columnistas tenemos una extraña afición al catastrofismo y no hay duda, además, de que las malas noticias despiertan una oscura fascinación en los lectores. Si denuncias, ahora mismo, que parte de la ayuda que los mexicanos están enviando tan generosamente a sus compatriotas se pierde por la sempiterna desorganización y la no menos inextinguible corrupción que nos flagelan, pues, misión cumplida.

Pero, justamente, sumergidos en este mar de desgracias es cuando tendríamos que dirigir la mirada, así fuere para encontrar consuelo, a ese otro retazo de la realidad nacional que no está hecho de adversidades sino de datos positivos y signos alentadores. 

Quien visita Aguascalientes, para mayores señas, se encuentra con una ciudad-estado que compite regularmente para ser una de las más limpias de Latinoamérica. Y, en toda la entidad, los conductores respetan escrupulosamente las señales de tránsito que los apremian a ceder el paso a otro vehículo en los cruceros.

El campus de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, tal y como contaba Javier Solórzano el lunes en su informativo radiofónico, es arbolado y resplandeciente. El sistema penitenciario es probablemente el mejor de todo el país. El crecimiento económico, de siete por cien anual, duplica la media nacional. El estado ocupa el primer lugar en creación de empleos…

Algún día nos llegó a los oídos la noticia de que ciertos maestros de cierta entidad de la República no querían enseñar inglés a sus alumnos. Era ajeno a sus “usos y costumbres”. Pues bien, el secretario de Desarrollo Económico de Aguascalientes habla japonés. 

La corporación Nissan realizó en el estado la inversión automovilística más importante del mundo entero. Ya no digo nada…